El nombre de Saya Wolff resuena noche y día en todos los canales de noticia, y no para de ser tendencia en las redes sociales.
La hija del expiloto austriaco de automovilismo y actual director ejecutivo de Mercedes-Benz, Toto Wolff, no hace más que...
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Pov- Charles Leclerc.
Era un hombre afortunado.
No solo estaba totalmente enamorado de Saya, sino que ahora tenía la suerte de estar casado con ella.
Si, casado.
¿Quién creería que me casaría después de todo?
Pues, resulta que nadie en realidad.
El post de Saya en instagram fue tomado como una broma por todos los fans y las personas de los medios. Todos se rieron y lo encontraron divertido, pero nadie se cuestionó que en serio estábamos casados.
Lo que pensamos que sería una buena forma de revelar nuestra relación ante todo el mundo, fue un total fracaso.
Y para peor, el señor Wolff y mi madre estaban muy furiosos con el casamiento inesperado en Las Vegas.
Saya y yo volvíamos a estar escondidos del ojo público. Lo que parecía ser un paso hacia delante, termino significando todo lo contrario.
Ella se lo había tomado con más comedia que yo e intentaba que me mantenga calmado y no me preocupara mucho por ello.
―No quiero seguir escondiéndome, mon amour. ―murmure, con voz rasposa. ―No te mereces esto.
Una suave risa dejo sus labios, antes de que esos mismos labios terminaran sobre los míos. Mientras me besaba con dulzura, podía sentir que mi estómago se revolvía ante todas las emociones cruzadas.
Mis manos estaban envueltas alrededor de su cintura, no dejándola escapar de mí y deseando que esto pudiera durar todo el día.
Se alejó unos centímetros luego de dejar un rápido beso en mis labios.
―Charles. ―su actitud era relajada, tan diferente a la mía. ―Está bien, ya habrá tiempo para hablar de eso.
Mis labios tiemblan ante la sensación de que se estaba alejando.
Y pude notar como sus labios se contraían en una sonrisa traviesa, antes de que viajara hacia abajo, hacia mi cuello.
La conversación se tambaleó y con eso se elevó mi respiración pesada, reprimiendo un jadeo que se filtraba a través de lo más profundo de mi garganta.
Pero el pensamiento no salía de mi cabeza, era una pequeña tortura
Quería disfrutar el momento, pero no podía.
Necesitaba hacer las cosas bien.
―No me gusta que sigas siendo un secreto. ―mi voz salió un poco más débil de lo habitual.
Ella se alejó resignada, su rostro se separó de mi cuello mientras sus ojos aguamarina me atravesaban por completo.
―No me siento como uno. ―susurró. ―La clasificación va a comenzar en menos de una hora, deberías volver a tu garaje y preocuparte por la qualy.
