3. la canela que acompaña mi soledad

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No fue muy difícil el hacer el bento del día siguiente. Akashi estuvo presente durante su preparación, fue algo elaborado pero delicioso. Puesto que para el desayuno sería un postre junto a un café, el bento del almuerzo fue en el que pensó más.

Lo hizo en su cocina. Un kimchi, receta coreana, que a Akashi le encantaba particularmente.

Y sí, Takemichi pensó que era fantástico basar los lonches en los gustos de Akashi-san.

“Puedes ponerme un apodo, Takemichi. No es necesario que seas tan formal.”

De ahí nació el Aka-chan. Recordó, también, a su amigo de la adolescencia. Aquel que abandonó cuando más lo necesitó. Probablemente éso sea un error que lamentará lo que le queda de vida.

Takemichi solía agarrar confianza muy rápido. Y, al mismo tiempo, era muy introvertido. Por ello casi no tenía amigos.

Al salir del local del menor, Akashi tenía en sus manos la respuesta a todos sus problemas: Una bolsa llena de taiyakis y dorayakis, un café con leche sin azúcar, una rebanada de pastel de chocolate con menta —Takemichi insistía en que no tenía menta, pero nadie engañaba el paladar exigente de Sanzu, él sabía que tenía menta— y una lonchera de tamaño mediano con el almuerzo de su rey.

Su automóvil estaba parqueado a unas calles de ahí, pronto ya estaba en la base de Bonten a las afueras de Shibuya, donde los terrenos baldíos eran lo que se veía a kilómetros a la redonda.

El imbécil de Ran Haitani estaba bajando de su vehículo también. De la cajuela se colgó su katana. Era algo que adoraba de estar con Takemichi, el peso de su arma era inexistente con él.

Había una junta de ejecutivos a primera hora. Éso significaba que aproximadamente a las nueve de la mañana ya debían de estar todos en la sala correspondiente. Kokonoi era el responsable en ésta ocasión, el maldito avaricioso habrá encontrado alguna rata de nuevo y él tendría que encargarse de exterminarlo.

Todavía no podía creer cómo existían pendejos que creían ser más inteligentes que el mismísimo cerebro de Bonten; Hajime. Y todavía creer que tendrían piedad. Ahí ya no había lugar para los traidores.

Al entrar al amplio salón, vió con rapidez la figura demacrada de su rey. Aunque no sabía muy bien cómo expresar sus sentimientos, sus acciones hablaban más que él. Su preocupación por Manjiro Sano era palpable.

Se hincó ante él con suavidad. “Mi rey”. Lo saludó.

“He conseguido un desayuno de extrema confianza para usted. Coma con confianza.” Depositó la bolsita llena de decoraciones tontas —pero es de Takemichi, así que no pueden ser muy tontas— en la parte de la mesa de su rey antes de levantarse y pararse con firmeza tras su rey.

Manjiro, Mikey, miró con aburrimiento la bolsa y el termo de café. Tenía algo de hambre, o la incomodidad que ya asociaba al hambre. Pues hacía mucho que dejó de sentir emociones tan básicas como ésa. Se sentía incorrecto saberse como alguien normal después de todas las atrocidades que estaban en sus hombros y a su nombre.

Tomó con cuidado un dulce en forma de pez, llevándolo a sus labios y mordiendo la punta. Casi instantáneamente sus pupilas se dilataron, sintió su corazón palpitar y cómo su permanente dolor de cabeza se disipaba. La frescura y dulzura del dulce era mucho mejor que cualquier mierda que haya comido en su vida.

Se parecen a los que le quitaba a Shin-Nii.

Pequeñas lágrimas llenaron sus ojos sin vida, realmente recordar a su hermano era una puñalada en el pecho. Y era un bucle, pues al pensar en Shinichiro su mente evocaba a Emma, a Izana y a la Toman.

Miró con insistencia el termo de color lila que, según Haruchiyo, tenía café.

Lo tomó con desesperación. Joder, sentía que tenía un jodido orgasmo. El vapor leve del líquido tibio le calentó el alma. Con un jalón, llevó su mano izquierda hacia atrás, justo donde sabía estaba Haruchiyo. “Sanzu...¿De dónde sacaste ésta comida?” Susurró. Pero en la silenciosa sala donde ya todos los ejecutivos se encontraban, sonó a grito.

Sanzu se movió incómodo. Debía de contestarle a su rey, pero también quería proteger a Takemichi. ¿Qué hacer, qué hacer?

“Un... Amigo.”

“Joder, Sanzu. Si drogas al jefe te meteré tus malditas pastillas por el culo.” Hajime habló. Sanzu se miró bastante ofendido.

“¿Cómo te atreves si quiera a pensar que yo podría dañar a mi rey, tú, maldita escoria...?” Kokonoi, con esa sonrisa presuntuosa, se estaba preparando claramente para comenzar una pelea en la cual alguno terminaría o con un corte o sin la paga del mes.

“Sanzu. Sé específico. ¿De dónde sacas la comida?” El pelirosa tragó saliva. No quería hablar de su Takemichi.

Pero su rey estaba primero. “Hice un... Amigo que tiene una cafetería antes de llegar al centro. Se llama MicchiCoffee y le pedí que te hiciera un bento. Por todos los... Problemas que ocasionó la rata de el anterior chef.” Con cuidado, Haruchiyo sacó el bento de su saco y lo dejó con lentitud frente a su rey que, literalmente, lo devoró.

Manjiro, entre tanto, se sentía desfallecer ante tanta sabrosura. Necesitaba atragantarse con la comida de aquel amigo de Haruchiyo. Incluso si lo que lo hacía tener orgasmos bucales era droga, como intuyó Hajime, seguiría ahí como un maldito adicto.

Los ejecutivos miraban sorprendidos aquello. El jefe casi nunca comía. Y cuando lo hacía... No era con tanto entusiasmo. Sólo Haruchiyo sintió un poco de nostalgia, pues en su adolescencia así era como comía su rey. Y todo era por la comida de su Takemichi. Estaba celoso. Ahora debía de compartir al menor con nada más y nada menos que su rey.

Pensándolo bien, no lo compartiría con nadie mas que con Mikey.

Una sonrisa que ya no llegaba a sus ojos de parte de Manjiro le ocasionó un escalofrío.

“Sanzu~ quiero conocer a tu amigo. ¡Tráelo!”

cherry cream || allxtakemichiWhere stories live. Discover now