la pieza final de este vals sin más

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epílogo

Tardíamente notó que, apesar de que nada estaba resultando como debería, era feliz.

Era feliz viviendo tranquilo con sus hombres y sus gatos allá en lo abandonado y baldío, no dejó sus sueños, simplemente los moldeó a sus nuevas necesidades. Lo más complicado fue dejar de observar éso como su trabajo para empezar a verlo como lo que era:

Su nueva vida.

Los negocios propios de Takemichi habían seguido prosperando (nunca dejó de supervisarlos, en realidad) Aka-chan no parecía verse mejor, aunque tampoco estaba peor. No era perfecto. En absoluto.

Todavía le dolía ver a Rannie esnifando por las noches en la mesa de póker del salón, le dolía encontrar los innumerables paquetes de pastillas laxantes en la habitación (Koko-san nunca fue muy limpio, y no fue difícil unir puntos) le dolía sentir por las noches cómo Mikey se apartaba de la cama hacia alguna parte para que, tiempo después, el olor a nicotina fuera inmenso. Le dolía ver cómo Kakucho se culpaba de forma permanente por lo que había ocurrido. Le dolían muchas cosas, pero con el tiempo comprendió que no tenía por qué cargar con toda esa mierda y tratar de solucionarlo...

Decidió vivir con ella; aceptarla, parar cuando fuera necesario y sobre todo amarla pues ella representaba (muy a su pesar) todo lo que Bonten era, todo lo que eran los hombres de los que se había enamorado.

Los abrazaba mucho, a todos. Todos necesitaban con urgencia afecto de a montones y Takemichi jamás escatimaría en ello. Ni siquiera cuando Nao-chan le llamaba sólo para saber cómo estaba se sentía capaz de rehuir a los hombres.

Preparar más comida para todos era su pasatiempo favorito, postres sobre todo. Cuando Rannie sufría de los atracones por inanición para después vomitar todo y llorar ahí estaba Takemichi, asegurándose de que tuviera con quién hacerlo.

Kakucho parecía recluido en el ala oeste de la casa y se negaba a salir, comía algo (o mínimo le dejaba los platos vacíos a Takemichi) así que, aunque se enojara con el por hacer aquello, agradecía que mínimo comiera... O fingiera hacerlo, diablos, ahora quería ver si de verdad estaba comiendo.

Incluso cuando Rindou se sentaba a su lado en un silencio espeso que únicamente alimentaba su ansiedad para después acurrucarse como un gatito mientras continuaba haciendo sus trabajos a computadora. Takemichi aprovechaba esos momentos exclusivos para mimar a su hombre más serio. Todos y cada uno de ellos tenían sus altibajos, sus momentos malos.

Aún así, existían los momentos buenos. Aquellos en los que se sentía tan poderoso, con las risillas de Inupi-kun y Koko-san en sus orejas por las noches mientras veían alguna serie infantil cuyo contenido parecía eclipsar al rubio.

Pasaba la mayor parte del tiempo trepado como garrapata a su novio, Aka-chan. El hombre lo abrazaba y arrullaba como ningún otro. Había algo especial en la forma en la actual se relacionaban, casi como si fueran almas gemelas.

Probablemente lo eran, pero el mundo podrido en el cual habían nacido no les permitía amarse de forma sana, linda, pura. Y tenían que acostumbrarse a amarse de esa manera tan extraña, enfermiza en algunos casos.

Si de algo podían jactarse, es que en su estilo de vida no existía la violencia contra Takemichi, simplemente no existía. Entre ellos era otra cosa, en ocasiones ni siquiera el propio Takemitchy podía separar a Aka-chan de Rannie y terminaba regañando a ambos por el comportamiento tan absurdo e infantil que presentaban. En otras los golpes escalaban a tanto que el propio Takemitchy se soltaba a llorar mientras llamaba a gritos a Mikey-san. A Manjiro. Y Manjiro controlaba todo, siempre lo hacía.

cherry cream || allxtakemichiWhere stories live. Discover now