27. un estanque lleno de tempestad

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De algún modo estúpido Takemichi sintió que podía con lo que sea que estuviera pasando. Empezando por el hecho de que no se negaba..., hasta el punto en el cual lo deseaba.

Ser besado por otro Narco híper guapo mientras su narco personal observaba embobado era otra experiencia, totalmente. Jamás se imaginó que a su tierno novio al que le encantaba la miel y los ositos en sus panqueques fuera un voyeur por completo.

Ran había decidido (en base a que su hermano no iba a aparecer hasta bien entrada la noche, porque no, no podían pasar ningún día afuera, la paranoia del jefe era escalofriante) que terminando la hora de la cena y las dos horas reglamentarias de digestión que últimamente Takemichi les había obligado a hacer antes de irse a dormir, tomaría al Cheffsito.

La cama en la habitación de los Haitani era inmensa y Ran se había negado a hacer aquello en la habitación de la parejita, pues: «no quiero ahogarme en pelo de gato, prefiero ahogarme en tu pene, Takemichi.» y ese confianzudo comentario sólo logró avergonzar a un aún más tímido Takemichi.

Estaba entusiasmado, había leído hacía ya un tiempo que experimentar con su sexualidad en pareja era muy sano siempre y cuando ésto se hiciera desde el respeto, la tolerancia y el permiso de ambas (o terceras) partes. Por ello ver a Aka-chan tan avergonzado mientras se masturbaba con ambos acostados en un lío de brazos y piernas, fue simplemente hermoso. Akashi en su finura y elegancia era espectacular. Takemichi estaba seguro de que jamás se cansaría de observar lo bello y exótico que era su novio. Su prometido.

Rannie era un hombre grande, aunque delgado, al igual que su hermano. Dentro de aquellas paredes, tan lujosas pero a la vez tan juntas que los obligaban a convivir más de lo acostumbrado, se dió cuenta de algo horrible (que ya sospechaba) pero que al mismo tiempo hubiera deseado jamás conocer. La gran mayoría de hombres ahí tenían adicciones nada sanas con los narcóticos. En una de las tantas noches en las cuales el insomnio era más fuerte que las ganas de hacer algo de provecho aprovechó para ir a por dos tazas de leche tibia (y un cuenco, los gatos siempre querían comer lo mismo que ellos dos) observó con horror, mientras pasaba delante de la puerta del estudio de los Haitani que se encontraba entreabierta al Haitani mayor esnifar un polvo blanco cuya procedencia era obvia.

Sintió sus dedos temblorosos mientras apretaba su pijama suavecito y seguía observando. El hermano menor no se veía por ninguna parte, sin embargo la actitud ahora obvio del hombre hacía imposible el pensar que lo que se metió a la nariz era, tal vez, leche en polvo.

Todos estaban ansiando poder poner paredes aislantes en la cabaña (apreciaban su intimidad individual) además claro, que seguirá escuchando con tanto ahínco al bonito Cheff balbucear por las noches no era especialmente agradable, más que nada para los más cercanos a la habitación del par: Kakucho y los Haitani.

Takemichi no era un santurrón ni mucho menos. Él sabía perfectamente lo estúpido e imposible que sonaba el creer que aquellos mafiosos que estaban hasta el cuello de mierda no harían esa clase de cosas. Solo que, sería tan sencillo dejar todo en que los ejecutivos simplemente eran hombres incomprendidos. En ocasiones Takemichi desearía ser capaz de ignorar su realidad y de no darse cuenta de las obviedades que presentaban sus amigos. Y su pareja también... Podría decirse que, desde ése momento, Takemichi fue consciente de que las pastillitas que se tomaba Sanzu cuando la tembladera en su cuerpo era horrible, no eran anestésicos ni nada por el estilo.

Se sentía horrible pero, llegados a éste punto, ¿Qué podía hacer él por ellos? Literalmente al compararse no era poco más que un Don nadie.

Y aún más importante que eso, a el azabache no tendría por qué importarle la salud de personas horribles que habían cometido actos atroces, pero él los había aceptado. Los quería, apesar de todo, quería a esos hombres que no tenían nada que ofrecer más allá del dinero. Amaba a Akashi Haruchiyo. Lo amaba como jamás pensó amar a nadie, y si aquel amor debía de venir junto a toda la mierda que tenía consigo estar dentro de la Bonten, pues que fuese bienvenida.

cherry cream || allxtakemichiWhere stories live. Discover now