5. el café que calienta tus manos

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La vida de Sano Manjiro era... Bueno, estaba vivo, tenía dinero y podría pagarse las putas que quisiera. Si quisiera.

No amaba matar y traficar, pero tampoco le disgustaba. Simplemente... Existía. Por ello y más la explosión que sintió en el momento que aquel bento tocó sus papilas gustativas fue tan... Renovadora. Se sintió vivir.

Sintió que todavía había esperanza, que no todo estaba perdido. El mentol en los dorayakis en lugar de molestarlo lo hicieron sentir un poco menos de dolor.

En conclusión, no podía seguir viviendo sin conocer a la persona que era responsable de tremendos manjares. Lo haría su chef personal, lo tendría viviendo cerca de él y de ésta forma su vida sería un poco menos insípida.

No podía seguir existiendo sin poder acceder a ése sazón. ¿De qué servía tener tanto dinero si no era feliz?  Hajime le respondería con gusto a todas esas incógnitas mientras se limpiaba las lágrimas con los miles de dólares que ganaba por segundo.

De alguna forma, su más fiel subordinado le había regresado el sentimiento de vivir. Era indescriptible el saber que Sanzu, su maldito ejecutivo que para lo único que servía era para drogarse y ser leal —y letal— fuera el mismo tipo que le llevó comida con sabor a gloria.

Para Mikey, sea quien sea el que preparó tales exquisiteces, no tendría por qué tener contacto con el adicto de Sanzu. No se lo merecía.

Pero debía calmarse, ya estaba a nada de llegar según el último mensaje que le mandó el loco. Habían pactado un acuerdo, pues el amigo de Sanzu desconocía los trabajos que ejercía el pelirosa y su jefe y... Todo.

Por lo que tenían que idear algo para explicarle tanto lujo. Sanzu era increíblemente patético a la hora de mentir y continuar la mentira, así que le pidieron callarse para que así Mikey y Hitto resolvieran todo.

Kakucho Hitto sin duda era una persona de temple. Y aunque su cicatriz era un poco perturbadora lo compensaba con su personalidad tranquila y llevadera. Todos sabían que la presencia del jefe era demasiado abrumadora, temían que el pastelero/chef se asustara de tan solo verlo.

Sin embargo, Sano Manjiro se negó a no asistir a la pequeña reunión con el chef «Takemichi» cuyo sazón dejó eclipsado el paladar de uno de los mayores jefes de narcóticos, armas y tráfico de todo lo ilegal en tierras niponas.

Hitto se mantuvo tranquilo tomando su café y sin preocuparse de nada. No hacer nada ahí era mucho mejor que soportar al insoportable de Hajime. Le daban escalofríos tan solo de pensarlo.

Cuando los característicos tacones que siempre llevaba Sanzu se empezaron a escuchar por fuera de la oficina, Hitto dirigió su perezosa mirada hacia allá mientras su jefe se enderezaba con ansias. Pinche hambreado.

“Permiso, mi rey”  Tocaron. La mandíbula de Mikey se tensó. ,¿Cuántas veces debía pedirle que dejara de llamarle de aquella forma tan vergonzosa?

“Pasa, Sanzu.” Sin duda ambos tenian expectativas muy precisas sobre quién era Takemichi o cómo lucía. De cualquier forma, nunca esperaron ver una pequeña pelusa azabache con ojos grandes y un gran bolso atrás del drogadicto de Bonten.

“Mi rey. Él es mi... Amigo, Hanagaki Takemichi, él fue quien preparó los taiyakis, dorayakis y el bento que comió ayer. Takemichi, él es mi Rey: Mikey y a su lado....”

“¡¿Kaku-chan?! ”  La vocecilla algunas décimas más agudas de Takemichi interrumpió la increíble presentación por la que Akashi estuvo quebrándose la cabeza. Quiso darle con su katana a quien sea el que causó que Takemichi se exalte.

“¿Take-chan?” ¡Increíble!, ¡¿Quién se creía aquel imbécil de Kakucho para llamar así de amistoso a su pequeño Takemichi?!

“¡Kaku-chan!” Takemichi dejó de esconderse tras Aka-chan para, literalmente, saltar a los brazos de uno de los hombres más influyentes, ricos y peligrosos de todo Japón mientras le llamaba por aquel ridículo apodo.

Kakucho, con una sonrisa inusual en él, recibió con los brazos abiertos al hombrecito.

El gran jefe de Bonten se sentía... Ignorado. El Takemichi que esperaba sin duda no era éso. No lo malinterpreten, simplemente se sacó de pedo con encontrarse con un niño bonito en lugar de, no sé, un prospecto a Chef Italiano con bigote y una buena pizza.

Sanzu rechinaba sus dientes, deseaba sacar su katana y cortar en pedacitos a Kakucho.

No hubiera llevado a Takemichi, maldita sea.

cherry cream || allxtakemichiWhere stories live. Discover now