15. cristal claro, agua roja

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Probablemente en su otra vida, Takemichi había vivido como una persona horrible.

Justo ahora, sentía que tooodos sus problemas, los merecía. Y los problemas..., ¡Eran bastantes! Para empezar, —de cualquier forma, como una cadena, un problema se enlaza con el siguiente—su mayor problemática era, precisamente, relacionado con su vocación.

A Takemichi le encantaba cocinar, eso era un hecho. No se convirtió en un sueño hasta que lo aprendió y ganó dinero con ello, antes de estos eventos, era un simple hobby. Incluso con las heridas que le provocó, las quemaduras leves y los cortes propios de un Cheff, amaba profundamente la cocina.

Las reacciones de quienes probaban sus creaciones eran muy disfrutadas, que sus seres queridos amaran su comida y, aparte, ganar dinero con eso, era el paraíso.

Por ello y más casi siempre olvidaba por completo que él era particularmente torpe en todo. No importa qué tanto cuidado tuviera a la hora de cocinar, siempre sufría de alguna herida por su propia idiotez.

Con el paso de los años y de la experiencia que construyó, los accidentes disminuyeron junto a la gravedad de los mismos.

Aún así, los accidentes siempre pasan y justo cuando menos te los esperas.

Takemichi había empezado su jornada normal, con Aka-chan arriba de él con las piernas enredadas como un pulpo entre las propias: le dió un besito en la nariz y susurró un «buenos días, Aka-chan» antes de levantarse para ir al baño, con muchos problemas tratando de sacarse el delgado pero pesado cuerpo del mayor.

Dejó a Huevos y a la nueva pequeña gatita que aún no tenía nombre con comida y agua en sus bebedores, las camitas acomodadas y el arenero limpio. Cerró bien la puerta y sin más se fue derechito a la cocina.

Como todos los días un omurice era preparado, aún así trataba de que los postres de cada día variaran junto a la bebida: la primera vez le habían encargado servir whiskey ¡Whiskey! , ¡A las siete a.m! Por supuesto, la vez lo hizo, a regañadientes, pero lo hizo.

Le dejó una nota en un post it al gran jefe para hacerle saber su descontento y que sería la primera ay última vez que le pidiera alcohol por la mañana. ¡Probablemente por eso estaba tan flaco! No, el gran jefe debía de subir unos kilos. La señora rara no dijo nada al ver la notita, simplemente tomó todo y lo llevó arriba.

Nunca hubo queja o contestación, así que se tomó aquello como un visto bueno a su disconformidad.

De ahí en más le preparaba licuados muy nutritivos —su curso de nutrición de tres meses estaba sirviendo—así que, aunque desde la juntada no había vuelto a ver al gran jefe sí que lo había notado un poquito más repuesto, signo de que estaba comiendo al menos algo de lo que cocinaba.

Ése día en específico estaba haciendo mucho frío, el tiempo de lluvias ya había llegado y era un poco tedioso ingerir únicamente un licuado templado, por lo que decidió hacerle un rico café capuchino con leche. Tenían una cafetera muy bonita que se miraba algo complicada de usar, la primera vez que tuvo —o quiso— usarla le pidió ayuda al bueno de Mocchi-san quien, con mucho entusiasmo le enseñó todo lo que debía de saber.

Desde cómo encenderla hasta dónde colocar los botecitos con el saborizante en la máquina. Fue toda una experiencia. Lo dejó en preparación. Se pasó entonces con el omurice, colocando el sartén a calentarse a fuego medio. Cuando estuvo caliente, un chorro de aceite.

A Takemichi casi no le gustaba cocinar con aceite, sin embargo en la reunión el gran jefe le había pedido hacer su huevito más grasiento. Y bueno, pedidos del jefe son pedidos del jefe.

cherry cream || allxtakemichiWhere stories live. Discover now