intervalo: las fresas que enrojecen mis mejillas

3.9K 543 29
                                    

Hacer que Hanagaki Takemichi se sonroje, según el jefe y los trabajadores del mismo ergo los ejecutivos de Bonten, una de las organizaciones criminales más poderosas en el oriente —y en el mundo— era una privilegiada y bien peleada experiencia.

Ser primero en fila al observar cómo las orejitas que se asomaban entre los rulos negros se ponían rojizas daban ganas de morder a las mismas.

Escuchar los balbuceos que no se entendían en lo absoluto cuando se ponía nervioso o cómo ocultaba su sonrisa con más encía que dientes tras su mano llena de cicatrices de quemaduras y cortes.

Y ver las mejillas naturalmente rosas de un color casi tirando a cereza. Tan apetecible.

Sin duda, Hanagaki Takemichi era un pequeño tesoro con manos de Dios y rostro de ángel que había llegado como una maldita bendición a la vida de todos en aquella casona solitaria. Las mañanas ya no se sentían tan frías ni solitarias si las pasaban en la cocina, misma que estaba con un olor permanente a galletas y menta.

Takemichi olía a menta, era un olor tan fresco bueno y calmante que hasta un maldito anestésico se quedaba corto. Meter la cabeza en ese huequito que hacía el hombro y el cuello del azabache era una dicha que solamente el drogadicto de Sanzu tenía permitido hacer.

Por ello —y por todo— Sanzu comenzó a ser envidiado de una forma nada disimulada. Claro, para el centro de todo ésto, Takemichi, pasaba desapercibido. Para Takemichi no existía nada más allá que su economía, su gato, Aka-chan y (recientemente)  Koko-san, pues era el único que entendía su fascinación y miedo por quedarse sin un céntimo, él entendía y no juzgaba ni se reía. Le agarró cariño, así que preparaba sus burritos con más amor.

Así que ahí estaban, en una reunión light en la cual se acordó de forma no previa comportarse bien, pues el Hanagaki desconocía en su totalidad el trabajo de los señores. Había alcohol, por supuesto, pero nada exagerado, la comida obviamente la hizo el azabache y, por último, los temas de conversación eran liderados por Kakucho y Ran.

Ambos eran probablemente los más apropiados para ello, si hablamos de hacerlo frente a la presencia del Cheff. Más que nada, porque Ran Haitani era un payaso, mientras que Kakucho Hitto el (aunque les doliera) amigo de la infancia de Takemichi.

Sanzu quedaba pegado a Takemichi mientras cocinaba. Y si bien a Takemichi se le hacía raro que no hablara, lo entendía pues se daba cuenta de que no estaba muy cómodo con la presencia de los demás.

Sanzu no necesitaba nada más que el olor y la atención de Takemichi para mantenerse calmado, quieto y limpio. No quería nada más.

Manjiro simplemente existía. Él estaba ahí soportando a sus... Trabajadores mientras apreciaba a su Cheff. La comida era deliciosa, sin embargo, ahora que estaban todos sentados, encontraba que Takemichi estaba demasiado lejos de él, entre Kakucho y Sanzu. Y no podía hacer nada, porque entonces Takemichi sabría que él no era normal, que estaba podrido y que debía huir.

Y Manjiro no podía dejar que huyera.

Takemichi por su parte estaba más que feliz, rodeado de su jefe y sus amigos. A todos parecía gustarles la comida, no todos hablaban, pero el ambiente era bonito.

Kakucho recordó entonces el cariño que le tenía a Takemichi, su pequeño solecito de ojos azules.

Para él, el azabache era una forma más que encantadora de olvidar todo y disfrutar el dinero que había acumulado de todos sus años como criminal. Si Izana ya no estaba, ¿Qué importaba ya si se gastaba su dinero en mierdas? Takemichi le enseñó lo contrario, cómo podía intentar ser feliz aún si le faltará el amor de su vida.

Aún así, pudo encontrar la felicidad. Y aunque sean en cosas materiales, aquello sin duda era mucho mejor a deprimirse teniendo tanto a su disposición.

Mochi era un punto y aparte, el hombre era alguien simple con ideas simples: vivir junto al gato y la comida de Takemichi era absolutamente la llave de la felicidad. No necesitaba nada más.

Kokonoi tomó a Takemichi como un pequeño escarabajo que cuidar. Un joven bonito, con buenas cualidades económicas junto a un sazón exquisito. Era un tesoro. Sería su esposo. Incluso el gato estaba invitado. (Porque sin gato, no hay Takemichi).

Y por último los Haitani's. Ellos sin duda eran los más excéntricos. Para ambos la diversión sería siempre primordial. Y éso era lo que representaba Takemichi para ellos: diversión. No había cariño ni amor, pues era algo que ninguno de ellos experimentó nunca.

Porque si algún día llegaran a sentir eso, no sabrían qué era, para ambos, Takemichi era diversión y punto.

Takemichi los apreciaba a todos de distintas maneras y por distintas razones.

Probablemente ése fue el momento en el cual Takemichi se dió cuenta de lo importante que eran éstas personas en su vida. Y también, probablemente, ése fue el momento en el cual se jodió completamente.




















Hola. Llegamos por fin al intervalo, se me hacía eterno para éste punto. Al ser un proyecto largo, decidí separarlo por etapas, pero no se preocupen tienen cherry cream para rato~.

<3

cherry cream || allxtakemichiWhere stories live. Discover now