10. el azúcar de tus lágrimas

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Takemichi es, sin dudas, un llorón de primera. Aún así —y apesar de que Sanzu lo sabía — se sorprendió mucho cuando, el día en que se apareció por fin en la base de Bonten— a informar a su rey y, de paso, ver a Takemichi— el azabache se lanzó a sus brazos entre lloriqueos y sollozos que pesaron en el corazón sangrante del mayor.

Para Sanzu era extraño saberse extrañado. Que alguien note tu ausencia al punto en que le afecte y que te lo haga saber de una forma tan liberal como Takemichi... Era precioso. Se deleitó con el cuerpecito de Takemichi pegado al suyo mientras sollozaba quedito, como si no se hubieran visto en años.

Sin duda el ojillos saltones era una brisa fresca en un puto desierto, en el desierto que era su vida podrida. Takemichi, con sus postres de limón y sus besos suaves con colorete y bálsamo. Takemichi con sus mejillas rosadas incluso cuando su piel era ligeramente bronceada.

Takemichi con pecas bajo sus pestañas, pestañas que revoloteaban juguetonas y coquetas cuando nadie se lo esperaba, incluso una pequeña parte escondida de la personalidad de Hanagaki que ni el mismo conocía, una pequeña parte que mostraba una versión un poco más audaz. Incluso así, a Sanzu le parecía precioso.

Para Sanzu Takemichi era precioso, con sus rizos revueltos y su risa de campanas que sonaban a cielo, Takemichi con sus chistes malos y sus buenos consejos. Takemichi abrazándolo por las madrugadas cuando se sentía ahogarse en la incontinencia.

Takemichi con sus vasos de leche tibia por las madrugadas cuando el insomnio y los recuerdos pesaban más que en otras ocasiones. Takemichi con sus canciones de cuna y sus películas para dormir, todo en Takemichi lo embargaba como si fuera una droga.

Y probablemente así era, pues su nueva adicción serían los abrazos de Takemichi, el olor de Takemichi y el tacto de Takemichi.

Cuando pasaron las semanas y luego los meses sin visitar los antros de Roppongi ergo visitar a los Haitanis y tener un poco de diversión,  el baboso de Ran Haitani se había atrevido a burlarse de él:

«Hey, Sanzu, ¿Ya no quieres sentirte bien~? Nos dejaste esperando a Rindou y a mí ~»  Por supuesto, Sanzu no tenía por qué darles explicaciones.

Cuando comía las gomitas azucaradas y caseras de Takemichi se sentía mucho más lleno que cuando las pollas de los hermanos le llegaban a la garganta. Él hacía lo que hacía por Takemichi y por su rey.

«A Mikey no le importaría si me muriera.» Se recordó amargamente.

Y luego pensó: «Pero a Takemichi sí.»

No quería que Takemichi conociera su versión rota, quería repararse incluso si quedaran espacios sin llenar, esperaba que con besitos de esos que solo Takemichi sabía dar se curaran.

Takemichi, que sin saberlo se convirtió en su lugar seguro, con sus brazos suaves y tibios; el ojo del huracán que era la vida de Sanzu, un maldito sube y baja en el cual no había descanso.

No podría dejar ir a Takemichi, no podría.

Sanzu ignoraba completamente que el amor no curaba nada.

Su rey le había pedido, como siempre, irse a encargar de algunos topos y ratas que se atrevieron a ir en contra de Bonten. Allá, mientras disfrutaba de sacarle las uñas a un llorica, pensó en Takemichi. Takemichi con sus manos delgadas y llenas de cortes y cicatrices batiendo unos huevos para el desayuno:

Takemichi siendo un perfecto ejemplo de la esperanza, de que Bonten no era lo único que existía. «Pero...¿Qué más daba ya, si no había nada que le importara allá afuera...?»

«Está Takemichi.»  Para Sanzu jamás existiría alguien más importante que su rey. Era un bucle en el cual el inicio y el fin lo marcaba la existencia de Manjiro Sano, el creador de sus cicatrices, el dueño de sus pecados y su mayor admiración, el dueño de su vida y la razón de su existencia.

Y entonces se apareció un pequeño Cheff lleno de azúcar por doquier, con la inmensa necesidad de engordar a Akashi. Pues al estar con él, Sanzu sentía que era un reset para todo lo que había hecho. Podía ser alguien nuevo con Takemichi.

Entonces lo sostuvo más fuerte entre sus brazos.

Las puntas de los pies del azabache estaban colgado, pues el mismo tenía los brazos rodeando el cuello de su amigo con decisión a no soltarlo por nada. «¿Por qué Aka-chan había tardado tanto?» Llevaba un mes en aquella casona, solo con las ocasionales visitas de Koko-san que iba por su ración de burritos, con la silenciosa compañía de Mocchi-san y , por supuesto, con Huevos.

“Ah, Takemichi, yo también te extrañé.~”  Takemichi limpió su nariz llena de mocos en el costoso saco de Akashi. Le dolería manchar algo tan caro, pero ahora había algo más importante frente a él:

“¿Ya comiste, Aka-chan? Tengo preparado para hoy unas pechugas de pollo empanizadas, unos muffins y taiyakis con dorayakis... ¿Haz estado comiendo bien, Aka-chan? Adelgazaste... ¡No te preocupes, te ayudaré a recuperar tus kilos!”

A ésto se refería Sanzu con «brisa fresca en un puto desierto » soltó una risita, de esas que se sentía perdidas, de aquellas que compartió en sus momentos más inocentes con Senju, cuando todo estaba bien. Escondió su rostro lloroso en el cuello de Takemichi que olía a vainilla.

Se olvidó por completo de todo lo que hizo mientras estuvo desaparecido. Se olvidó de lo que Mikey le mandaba a hacer para no mancharse las manos. Se olvidó de todo porque ahí, en esa cocina enorme que el propio Manjiro mandó contruir, estaba la razón del por qué seguía ahí, limpio¹, esperando un rayo de esperanza.

Sanzu quería que Takemichi curara sus heridas y su pecados con palabras dulces y mucha azúcar, con sus lágrimas y sus risitas.

“Eso me encantaría, Takemichi. ”

Porque Sanzu Haruchiyo había decidido, en la privacidad de su mente, que si en algún momento su rey le pidiera dañar a Hanagaki Takemichi, se mataría a sí mismo antes de hacerlo, pues nunca podría decidirse entre su rey y su sol.























¹“limpio” básicamente Sanzu está tratando de ya no drogarse.
Recuerden que el amor NO CURA NADA. Vayan a terapia, nadie debe de salvar a nadie nunca por mucho amor que le tengan, cada quien se debe de salvar a sí mismo, nunca lo olviden.

besitos, Andrea.

cherry cream || allxtakemichiWhere stories live. Discover now