33. Take Nieves y los siete penes

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Actualmente podríamos aceptar el hecho de que estamos conociendo y escuchando una historia poco común sobre un pobre diablo que empezó de forma humilde como un chefsito de pueblo y terminó cobrando mejor que un maldito político gracias a su esponjoso trasero. Y sí, es verdad. También conocemos gracias a qué es todo lo que tiene ahorita (no, no es su culo) ¡Los gángsters, yakusas, narcos, mafiosos!

Ahora, ¿Vale la pena entregar las nalgas y algo más por dinero, protección, cariño, hombres guapos, flacos, mamados, chichones y demás?

Si le preguntan a Takemichi, para él, la respuesta es clara. Además claro, de que hace milenios tomó una decisión.

CLARO QUE VALE LA PENA. Sería un completo imbécil si dijera que no. En aquel monte consiguió lo que nunca pensó que andaba buscando; amor, cariño, dinero, comprensión, dinero, sexo, ¿Ya dijo dinero?

No lo malinterpreten, por favor. Takemichi adora profundamente a sus hombres, los ama, daría la vida por ellos (sólo si le prometen que cuidarán de Huevos y Fresa) el punto aquí es, que se ganó la puta lotería. No sólo consiguió un romance medianamente sano y casi lindo, sino que a la par consiguió que su economía ya de por sí estable (gracias a todo su esfuerzo) se convirtiera en una explosión mega increíble de dinero infinito.

Dinero dinero dinero, aprende algo dinero. Podrán decirle capitalista e interesado de mierda pero, en realidad, lo era. Y con mucha honra.

Vivía su vida de ensueño saltando cuál abeja de polla en polla y cocinando como un maniático en un cocina gourmet, ¡Su maldito sueño!

En realidad no había mucho de donde quejarse pues hasta ahora se sentía (después de tanto tiempo) por fin en un cómodo punto medio en el cual no tenía que elegir entre un punto u otro para alcanzar la felicidad como toda esa bola de prospectos a filósofos de poca monta tanto insistían.

Conocer a Aka-chan en aquel sucio vagón fue la serendipia más hermosa que el universo pudo obsequiar a su persona.

🧁🧁🧁

“¡Jo-joder, capitán! ¿Cómo diablos ordeñas ta-taan bien?”  Inui Seishu le hablaba de tal forma que parecía romper su perpetua mueca fría.

Si existía una poker face con él, nunca la tenía.

Se deshacía en murmullos y lo llamaba capitán (cosa que lo ponía caliente, para qué mentir). Últimamente se la pasaba demasiado tiempo con las piernas enredadas en alguna cintura fuerte. Específicamente de su amigo el mecánico cuya fascinación por los autos y las motos parecía mucho menor a la que tenía por el cuerpo de su antigüo (y en alguna línea de tiempo distante) capitán.

Takemichi soltó una risita mientras sentía las grandes manos en su cintura suave, masajeando la zona y haciéndola parecer más roja que de costumbre mientras miraba los ojos perdidos de su amigo, compañero y lo que sea que eran. A éstas alturas era más que consciente que los títulos venían sobrando casi siempre. Casi, pues Aka-chan siempre sería su excepción. Ambos disfrutaban de pasar de pene en pene y aún así parecían imanes que volvían unos a otros de una u otra forma. Se atraían a sí mismo.

Con Aka-chan las cosas eran distintas en planos y formas que ninguno tenía la fuerza ni la salud mental como para entender. Aún así, a ninguno le molestaba lo que el otro hiciera. Tenían una especie de retorcida relación abierta.

Inupi, ngh, creo, creo que es la posición... ¡Ah!” sin poderlo evitar sus cortas uñas se enterraron en la amplia espalda. Seishu, casi sin pensarlo le dió la vuelta con nulo esfuerzo para tenerlo contra el ventanal del balcón y su propio cuerpo, empalándolo de forma fantástica. Takemichi lloriqueó, ahora ya no tenía dónde esconder sus sollozos y gemidos (solía suprimirlos entre el cuello ya demasiado sudado de su compañero).

Pocos embistes más faltaron para que los escalofríos en el cuerpo de Takemichi se hicieran presentes y que la vista se le pusiera borrosa.

Era una princesita de almohada que no hacía nada y disfrutaba como una puta.

Seishu se detuvo a admirar la espalda perlada de sudor, con un poco de su propia saliva escapando de su boca, un moño deshecho en la parte superior de su cabeza, las inminentes ganas de tomar el algo largo cabello de su amante y darle un buen jalón.

No se quedó con las ganas, y Takemichi aún en la bruma de su orgasmo gimió suave al sentir el fuerte agarre en su cabello, al mismo tiempo apretó su cuerpo y por fin el buen Inupi consiguió su tan ansiado orgasmo.

“Dioses, Takemichi. Me vas a volver loco.”  con suavidad el mayor tomó la anatomía del ruloso y lo acomodó de forma tierna en la amplia cama del Chef. No tuvo que moverse mucho pues prácticamente él balcón y la cama estaban uno en frente del otro.

Takemichi murmuró una vaga respuesta mientras se acurrucaba. Ya no tenía más quehaceres, su jornada laboral acaba ahí. Tal vez por la madrugada los hermanos fueran a visitarlo, pero eso ya se vería en el transcurso de la noche.

Fue el cochino de Ran Haitani el que sacó el tema a colación la mañana siguiente:

“¿Si somos siete de nosotros y todos nos jodemos a Takemitchy, no es una especie de "Takemitchy de las nieves y los siete enanos" pero, en vez de enanos (salvo por Mikey) serían penes...?”

El Haitani debería de agradecer que Mikey no estaba en la habitación (y justo por eso se atrevió a llamarlo enano) aún así consiguió una reacción en cadena de parte de todos que iba desde carcajadas hasta sonrojos y maldiciones.

Eso era. Eran Take Nieves y los siete penes.

cherry cream || allxtakemichiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora