Capítulo 1: Eloy

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Viernes, 26 de abril de 2019

Eran las once menos veinte de la mañana, la profesora estaba dando su clase de historia rutinaria, y Eloy estaba comenzando a quedarse dormido.

Eloy López García era un chico pálido, delgado, con ojos y pelo castaño. Tenia un poco de musculo debido a que comía bien, y hacia flexiones y abdominales en su casa, pero nunca utilizaba aquella fuerza para pelear, no le gustaba meterse en líos. Además, en el instituto habia otros chicos que eran mucho mas fuertes que el, y que podrían partirle la cara fácilmente. El solo lo hacia porque quería estar en forma, nada mas.

Respecto a la educación, Eloy no era un "Alumno destacable", ni tampoco era un "Caso perdido". Sencillamente, era uno mas. En la mayoría de los exámenes, Eloy siempre aprobaba con un cinco, o un seis. Debido a eso, no sabia aun que hacer respecto a su futuro. No sabia si estudiar bachillerato, o si estudiar algún ciclo formativo para ponerse a trabajar lo antes posible. Lo que si sabia, es que, fuera lo que fuera, jamás se dedicaría a la puta historia. Para el, era un jodido tostón, no le interesaba la historia, y sin su amigo, las clases de historia era lo peor que habia de aquel día.

Mientras la maestra explicaba algo sobre una guerra civil y un hombre que llego a convertirse en dictador, Eloy cerro los ojos con la idea de dormirse, y cuando lo hizo, alguien toco a la puerta de la clase.

La maestra se giro hacia la puerta, y Eloy, al escuchar los golpes, abrió los ojos rápidamente, mientras pensaba que cuando tiempo se habría pasado dormido, cuando en verdad no habia pasado ni siquiera diez segundos.

- Adelante. Dijo la maestra mientras miraba hacia la puerta.

Tras decir eso, la puerta se abrió, y Eloy se alegro mucho al ver a su amigo Abraham entrando en la clase.

- ¿Se puede, Maestra? Pregunto Abraham, mientras asomaba la cabeza por la puerta.

- Llegas tarde, ¿Lo sabes Abraham? Pregunto la maestra muy seriamente mientras le miraba.

Abraham Romero García era un chico bajito y gordito, tenia la cara redonda y llena de granos. Su pelo era corto, y llevaba gafas redondas. Abraham era un chico que estaba muy apegado a sus padres, cosa que sus amigos veían raro, sobre todo porque tenia dieciséis años. Abraham nunca les habia levantado la voz ni una sola vez, y cuando sus padres se iban de viaje ara pasar fuera el fin de semana, el siempre se iba con ellos, aunque tuviera la opción de quedarse solo en la casa. Sus amigos muchas veces le habían insistido para que se quedara, incluso sus padres lo habían hecho mas de una vez, pero el siempre decía que no quería quedarse en casa. Prefería la compañía de sus padres que la de sus propios amigos, pero a pesar de eso, sus amigos le querían mucho.

No era un buen estudiante, de hecho, no estudiaba ni aprobaba ningún examen, nunca echaba cuenta a los profesores, debido a que se pasaba el día haciendo bromas, sobre todo en historia para que Eloy no se quedara dormido, pero siempre se las ingeniaba para aprobar. Además, Abraham era un chico muy atrevido, cosa que deberían de envidiar sus amigos, pero no lo hacían, porque ese atrevimiento, siempre lo utilizaba para jugar con cosas con las que no se debería de jugar.

- Si, lo se.- Respondió, mientras entraba y cerraba la puerta.- Pero he tenido que ir al oculista.

- ¿Tienes el justificante? Pregunto la maestra.

- Si.- Respondió Abraham.- Lo tengo en la mochila.

- Dámelo. Ordeno la maestra.

Rápidamente, Abraham soltó su mochila en el suelo, y se puso delante de ella para que la maestra no viera su interior.

Eloy, al darse cuenta de aquel movimiento, miro la mochila muy fijamente y se percato de algo. Al verlo, se giro para ver si alguno mas de la clase se habia fijado en lo que habia visto, pero ninguno lo habia hecho. Entonces, volvió a girar la cabeza hacia el, y se quedo mirando la mochila de su amigo, mientras se preguntaba el motivo por el que Abraham habia llevado una tabla al instituto.

Abraham saco rápidamente el justificante, y cerro la mochila.

- Tenga. Dijo, mientras se incorporaba, y extendía el justificante.

La maestra lo cogió, y lo observo.

- Esta bien, pasa. Dijo, mientras ponía el justificante sobre su escritorio.

Abraham cogió la mochila, y recorrió la clase hasta llegar a su mesa, soltó de nuevo la mochila en el suelo, y se sentó al lado de su amigo, como hacia diariamente.

- ¿Qué te ha dicho el oculista? Pregunto Eloy con curiosidad, mientras le miraba.

- Lo de siempre.- Respondió Abraham mientras miraba por encima a la clase, y cuando se aseguro de que nadie le miraba y de que nadie le escuchaba, se inclino hacia el, y añadió, mientras la maestra comenzaba a explicar e nuevo.- Tengo que enseñarte algo, a ti, y al resto.

- ¿El que? Pregunto Eloy, mientras fruncía el ceño.

- No puedo decírtelo, aquí no.- Respondió.- Debes esperar al recreo para verlo. Busca al resto del grupo, y diles que se reúnan en el "Lugar de siempre", ¿De acuerdo?

El lugar de siempre era la zona del patio en la que se reunían para hablar y estar juntos. Era un lugar abierto, pero los profesores nunca pasaban por allí, ni tampoco habia cámaras de seguridad.

- De acuerdo.- Respondió Eloy, recordando lo que habia visto en su mochila.- ¿Esta relacionado con la tabla que has traído?

- ¡No es una tabla cualquiera! - Exclamo con la voz un poco elevada.- Es una...

- ¡Abraham! - Grito la maestra, haciéndolo callar de repente.- ¡Has entrado hace menos de un minuto, ¿Quieres que te eche ya?

- No, maestra. Respondió, mientras dirigía la mirada hacia la maestra y la pizarra.

La maestra al ver que Abraham se habia callado, retomo su clase, y mientras la maestra hablaba, Abraham le dirigió una mirada fugaz a Eloy.

- Luego hablamos. Susurro.

Eloy al escuchar sus palabras, asintió, mientras deseaba que la clase acabara de una vez, para que comenzara el recreo.


La ouijaOnde histórias criam vida. Descubra agora