CAP 6

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SEGUNDOS PASOS

Una de las ventajas de estudiar la universidad en la tarde, es que en la mañana tienes tiempo para realizar cualquier actividad que no lleve mucho tiempo. En mi caso, siempre antes de ir a un día cansado de clases hacía un poco de ejercicio, al inicio me costó mucho trabajo adaptarme, pero con el tiempo empecé a acostumbrarme a la rutina.

Los primeros meses de mi vida deportiva traté de sumergir a mis amigos, ya saben, uno para todos y todos para uno. Lamentablemente esto no aplica cuando tienes en tu círculo social a dos personas súper hiperactivas como Mónaco y Mateo, pero que irónicamente se activaban a partir del mediodía, y a una perezosa Dani que odiaba sudar, o como ella decía, sufrir dolor a voluntad.

Para mi suerte existía Joel, que era como la luz al final del túnel. Él y la vida deportiva eran el match perfecto en relaciones, comía saludable, practicaba básquet y era muy responsable con su rutina. El único problema era que esta la realizaba de noche.

Si, era su rutina nocturna.

Decía hacerlo así porque tenía un gran problema para madrugar, detestaba con su vida despertar a las 6:00 a.m. y por más que amara el deporte, no veía factible sacrificar sus horas de sueño. Pensé por mucho tiempo en unirme a él, pero después de clases lo menos que quería hacer era ir a agotar las últimas energías que me quedaban.

Intenté ir sola por meses en horarios mañaneros, pero con cada día que pasaba perdía esa chispa. Necesitaba mi gym amigo, ir sola y complicarme con las rutinas no era lo mío. Pensé incluso en dejarlo, fue gracias al buen corazón de Joel que no lo había hecho.

Con todo el dolor de ser dormilón, cambió su rutina a la mañana para poder asistir conmigo, era la más feliz del mundo. Desde ese día mi emoción por asistir aumentó, ya tenía quién me enseñará a usar las máquinas y gracias a sus conocimientos, me servía de guía en este nuevo mundo.

Claro que a veces lo sacaba de quicio, pues me dolía tanto el cuerpo que desistía de hacer alguna actividad. Hoy era uno de esos días, Joel permanecía parado al costado de la caminadora mientras yo sudaba a chorros sobre ella.

—Vamos, falta un minuto más —Animó.

—No puedo.... ya, por favor.

Apenas podía articular palabras, estaba agotada. A pesar de que este era uno de los ejercicios más ligeros, al ser el último del día se tornaba pesado, pues ya casi no tenía fuerza en las piernas para terminarlo.

—Falta poco, Eila. Tú puedes, vamos.

Negué, pero no paré de correr, lo hice incluso más rápido, si no pensaba en el tiempo todo sucedería sin darme cuenta. Me concentré en la vista de la ciudad frente a mí y pocos segundos después, Joel fue bajando el ritmo de la caminadora hasta detenerla por completo.

No dudé un segundo en apoyarme para descansar.

—Eres una guerrera, me siento orgullo —Dijo feliz mientras tocaba mi cabeza como a un cachorro.

Chasquee la lengua disgustada.

—Pude haber muerto.

—Llamen a la policía del drama, Eila lo volvió hacer —Ironizó.

Lo miré de mala gana aun suspirando profundo para recomponerme.

—No es drama, personas han muerto en esta cosa.

—Dime el nombre de uno —Preguntó divertido.

Me quedé en blanco, lo odiaba por eso.

No es cierto.

Aslan y EilaWhere stories live. Discover now