CAP 24

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DOS MUNDOS COLAPSADOS BUSCANDO REFUGIO ENTRE LOS ESCOMBROS.

Con la mirada puesta en el techo de mi habitación y el cuerpo fundido en el puff me sentía diminuta. La respiración de Aslan al otro lado de la línea me hacía desear llorar como una chiquilla, pero usaba todas las fuerzas de mi alma para contenerme.

Sus palabras dando vueltas en mi cabeza no ayudaban mucho.

"Llegas a tiempo", el mismo tiempo que me había consumido este mes... decirlo era tan irreal. Un mes que había pasado tan rápido, pero se había sentido como un simple pestañeo. Ahora extrañaba como era mi vida antes y me daba miedo pensar en el curso que tomaría.

No obstante, agradecía que Aslan estuviese en mi presente, era la única persona con la que quería hablar y el único al que quería ver. Aunque eso sonara ridículo, tonto e inmaduro. Ya no me importaba lo que los demás pensaran.

Ya nada importaba.

LLAMADA EN CURSO.

Eila: Lo siento.

Fue lo único que pude decir ya que un nudo se atoró en mi garganta.

Aslan: ¿Por qué te disculpas?

Su voz sonaba tan relajante y calmada que dolía. El imaginármelo esperando paciente a que yo apareciera me estrujaba el corazón.

Él no merecía ser tratado así.

Eila: Me fui, Aslan, por un mes completo y no te dije a donde.

Aslan: Lo importante es que estás bien. Estoy seguro de que no habrías desaparecido solo porque sí, Ahora me siento aliviado.

Eila: Aslan mi...

No pude continuar, el nudo de mi garganta parecía persistir, quería quedarse a vivir ahí para complicarme la existencia. El no poder hablar con claridad hizo que las lágrimas rodaran descontroladas por mis mejillas y que soltase un sollozo sin querer.

Aslan: Hazlo, llora todo lo que tengas que llorar. Déjalo salir y no te apures, estaré aquí cuando termines.

El silenció nos envolvió y mis chillidos se hicieron más audibles, no supe cómo reaccionar a eso, solo dejé de contenerme y lloré como no lo había hecho antes, incluso lloré más fuerte que aquella vez en el cementerio al ver como mamá era sepultada metros bajo tierra, entonces lo entendí.

Me dolió enterarme del accidente.

Me dolió cuando caminé bajo la lluvia.

Me dolió enterarme de su muerte.

Me dolió ver como la enterraban.

Pero me destrozaba a diario el darme cuenta que ella no estaba y que no volvería.

Nunca.

Jamás.

Tuve que soltar el celular un momento para limpiar las lágrimas que rodaban por mis ojos y tratar de contener el dolor que había aflorado de nuevo, esta vez con mucha más intensidad. Al cabo de algunos minutos volví a sostener el celular y la respiración pesada pero relajada de Aslan se filtró en mis oídos.

Eila: Mamá murió.

Dije sin pensarlo mucho ya que eso solo lo hacía más doloroso. Aslan me escuchó paciente y por alguna extraña razón, estaba segura de que me escuchaba con atención.

Eila: Sucedió la noche en la que estábamos haciendo los tallarines, te colgué porque papá llamó, dijo que se habían accidentado y luego todo sucedió muy rápido. Yo...

Aslan y EilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora