CAP 13

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Y SÍ, A VECES LOS TRIÁNGULOS AMOROSOS NO SON LA MEJOR OPCIÓN

Sentarse una mañana con el silencio latente de la falta de circulación, el cielo en escala de grises y celestes, junto a una variedad increíble de flores, estaba muy infravalorado. Había descubierto otro pequeño placer de la vida. Llevaba alrededor de veinte minutos tratando de cambiar todas las flores a un envase con agua para que se mantuvieran vivas. Por suerte mi madre era una mujer apasionada por los floreros y tenía varios sin usar.

Cuando se hicieron las 7:30 a.m. por fin había terminado de ordenarlas todas. Llevaba una hora y media levantada, transportando las flores de la sala a mi habitación y ubicándolas de forma estratégica para que no se estropearan, planeaba liberar la sala cuando mis padres llegara, pero preferí hacerlo antes y aprovechar que no podía seguir durmiendo.

Quedé muy satisfecha con el resultado, eso me inspiró a tomar una foto panorámica de mi cuarto donde se pudiera ver a detalle cada rincón cubierto de flores, para enviar a Aslan.

Eila: Adjuntó imagen Gracias por estar. 💙

Estaba segura que con él no tenía que sobreponer mi forma de expresar los sentimientos porque al final del día eso era algo que compartíamos, la afición a las pequeñas palabras que expresaban mucho, desde un "Hola" hasta un simple "Adiós".

Sonreí bloqueando el celular.

Me levanté de un salto cuando escuché a alguien ingresar en la casa, sin dudarlo, corrí escaleras abajo y cuando mamá apareció en el marco de la puerta me lancé a sus brazos. Había sido solo una noche, pero los extrañé mucho.

—Eila, ya no tienes 5 años —Bromeó mamá correspondiendo mi abrazo.

—Ahora tengo veinte —añadí emocionada, mientras me alejaba de ella.

Enseguida la voz de papá se escuchó de fondo, cantando "feliz cumpleaños" y apareciendo en la sala de la casa con un pastel de chocolate en sus manos. Sonreí como una niña emocionada, estaba feliz de tenerlos en mi vida, estaba contenta por tener esta vida.

—Bienvenida al mundo adulto —Añadió papá besando mi frente.

Hice un gesto dramático.

—Aun soy una niña y no me iré de casa.

—Y no queremos que lo hagas —aclaró mamá buscando algo en su cartera—, tu padre y yo hemos decidido darte algo.

Los ojos de papá brillaron, recibir regalos por parte de ellos siempre era divertido ya que nunca sabía que me darían.

—Ten, felices veinte.

Mamá extendió hasta mí una tarjeta de su banco. Arrugué el entrecejo durante algunos segundos porque pensé que me estaban jugando una broma, pero al entender lo que era, la emoción se apoderó de mí. Tuve que ahogar un chillido para no ocasionar un escándalo.

—¿Va en serio? —Pregunté dudosa.

—Va muy en serio, ya tienes edad y has demostrado ser muy responsable —él tomó la tarjeta y la dejó sobre mi mano— Felices veinte.

—No puedo esperar para usarla —dije dando algunos saltitos de emoción.

Ambos sonrieron, y papá se dirigió a dejar la torta en la cocina.

—Aprovecha para usarla esta noche, cuando salgas con tus amigos —animó mamá.

—Les avisaré para salir.

Corrí a toda velocidad a la segunda planta, pero antes de lograr mi objetivo, ella me detuvo.

—Antes de hacerlo cámbiate, saldremos a comer.

Aslan y EilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora