CAP 19

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UN SUEÑO COLORIDO.

A pesar de haber deseado tomar estas dos semanas sin mis padres como unas mini vacaciones, no lo había logrado. La vida universitaria e independiente, en mi caso, me mantuvo ocupada. Solo pude ver a Dani ya que estábamos en la misma universidad y compartimos la mayoría de las clases.

Para nuestra suerte, hoy se celebraba la independencia de nuestro país, y por fin, luego de tres días agotadores en clases, tendríamos nuestro merecido descanso. Se me ocurrió tener un día de cocina, bueno, no sonaba tan divertido si lo decía así, pero era más como una actividad dinámica, en la que tratábamos de hacer pizzas o postres y luego nos recostábamos a ver alguna película mientras tratábamos de engullir lo preparado.

En el mensaje que les envié extendía la invitación "formal" y detallaba la hora en la que vinieran a mi casa: 11:00 a.m. Siempre eran muy puntuales, por ello me sorprendió cuando el reloj de la cocina marcó las 1:00 p.m. y aún faltaban dos personas por llegar.

—Basta, suéltalo. Yo lo tomé primero —Se quejó Mónaco.

Su voz se filtraba en mis oídos aun sobre mi concentración en el celular. Me preocupaba que les hubiese sucedido algo y que por esa razón no hubieran llegado a tiempo.

—Pero yo quiero hacer los tallarines, tu ve por la pizza —Se defendió Mateo.

Traté de llamar varias veces a Joel y a Dani, pero ninguno tomaba mis llamadas. Opté finalmente por dejarle a ambos un mensaje para que me escribieran cuanto antes.

—Suéltalo ya, Mateo.

—No, suéltalo tú.

Levanté la mirada al notar que la pelea entre los verdaderos gemelos no paraba, para encontrarme con una escena digna de alguna comedia estadounidense. Mónaco sostenía la funda de tallarines de un lado, mientras que Mateo trataba de arrebatársela del otro. Ambos forcejeaban para quedárselo.

—¿Qué hacen ahora? —Pregunté dejando el teléfono en la mesa y concentrando mi atención en ellos.

Sentí enseguida una sensación de diversión y confusión.

—Mateo debe hacer la pizza y yo los tallarines —Aclaró Mónaco tirando más fuerte de los fideos.

—¿Y eso por qué? —Se defendió el rubio.

—Porque yo lo digo.

—Paren, los dos —Traté de mediar entre ambos. Eran muy competitivos y tercos cuando se lo proponían—. Podemos hacer los tres fideos y luego los tres preparamos la pizza.

Tuve la sensación de que por algunos segundos ambos dejaron de tirar de los fideos para observarme con intriga y... ¿Menosprecio? Luego se miraron fijamente entre ellos.

—Está loca, no le haremos caso ¿Verdad? —Indagó Mateo.

—Claro que no, tu sigue peleando a ver quién gana —Contestó Mónaco, volviendo a iniciar con la pelea por los tallarines.

Está vez los jalones eran más fuertes y sus gritos pidiéndose mutuamente que soltaran el paquete fueron más altos. El sonido de la funda rasgándose llegó a mis oídos, y antes de que pudiese decir una sola palabra, miles de fideos salieron volando por todo el lugar llenando la cocina en cuestión de segundos.

Los ojos de Mónaco se sobresaltaron tanto que casi se salen de su lugar, por su parte, Mateo solo se tapaba la boca con las manos ahogando un chillido. Respiré profundamente para no echarme a llorar por el desastre.

—Supongo que todos haremos la pizza —Soltó Mónaco, sonriendo falsamente para aligerar el ambiente.

La impotencia se disipó enseguida de mi cuerpo, ellos dos eran el claro ejemplo de "desastre" y aunque a veces quisiera matarlos con todas mis fuerzas, los adoraba, no podía enojarme con esos dos por más que quisiera.

Aslan y EilaWhere stories live. Discover now