CAP 9

262 36 19
                                    

UNA FOTO, UN ABRAZO Y UN CORAZÓN EN PEDAZOS

Las ganas de vomitar hasta los intestinos era la sensación que más odiaba sentir en el mundo, generalmente, cuando salía con mis amigos no acostumbraba a tomar nada que tuviese más de dos grados de alcohol, pero debido a que no quería contestar preguntas incómodas, había decidido beber del asqueroso y jodido whisky.

En este momento me arrepentía, la cabeza me daba vueltas y las arcadas en mi estómago eran consecutivas y molestas. Lo último que recordaba era a Mónaco, Joel y Mateo, batallar para poder traerme a casa, segura, en mi condición.

—Tengo su cabeza, ya puedes entrar —Le avisó Mateo a Mónaco mientras permanecía subido en la parte trasera del auto.

Ella ingresó para sujetar mis piernas sobre su regazo. No podía observar nada de lo que sucedía porque no tenía las fuerzas suficientes para hacerlo, pero como si hubiese desarrollado el sentido del oído mágicamente, era capaz de escuchar todo a mí alrededor y crear un escenario imaginario en mi mente.

—Listo, podemos irnos —Avisó Mónaco a Joel para que este pusiera el auto en marcha.

Algunos minutos pasaron y creí sumirme en el sueño profundo, pero cuando una arcada me hizo despertar de golpe, supe que nada estaba bien.

—Dios no, Dios no —Empezó a decir muy rápido, Mateo.

— ¿Qué sucede? —La voz de Joel sonó preocupada.

—Va a vomitar —Dijo el gemelo, muy alterado.

Volví a soltar otra arcada.

— ¡Mónaco¡ —Exigió ayuda.

—Cálmate y ayúdame a sujetarla.

Otra arcada, esta vez más fuerte.

—Por Dios, nooo —Soltó un chillido Mateo.

—Muévele la cabeza —Gritó desesperada la castaña.

— ¡Oríllate, oríllate ya! —Bramó esta vez Mateo.

El auto hizo un movimiento brusco que me revolvió aún más el estómago.

—Demonios —Se quejó Joel mientras trataba de orillar el auto.

Esa fue la voz de inicio para que los gritos comenzaran a aturdir mis oídos, y el caos se apoderara del momento.

—Dios ayúdanos —Pidió Mateo.

—Baja la ventana —Soltó Mónaco.

—No baja.

—Bájala ya, Mateo.

—Eso intento, pero no cede.

—Hazlo de una vez.

—No baja, nos va a vomitar —gimoteó asustado.

—Solo es de picar el botón —Regañó.

—Pero no baja.

—Déjame, lo hago yo.

—Solo deben bajar la jodida ven... —Gritó Joel tratando de calmarlos, pero se detuvo de golpe al escuchar una gran arcada de mi parte, luego, el auto se llenó de un olor característico y los pies de Mateo quedaron llenos de vómito.

¡Ups!

Sentí como el auto se fue deteniendo lentamente hasta quedar orillado, cuando ya no sentía ganas de vomitar hasta lo que había desayunado, me volví a recostar sobre Mateo, para seguir durmiendo.

Aslan y EilaWhere stories live. Discover now