• Miedo •

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Ella seguía sobre esa cama, con esos cables conectados y la piel pálida. Ahora estaba dormida, se veía en paz, pero para mí verla así era tan horrible, me dolía el alma verla así de mal, tan débil, casi sin fuerzas.
Tomé su mano entre las mías y la acaricie con suavidad.

—Amor –susurro débilmente pero con esa preciosa sonrisa en el rostro–.

—¿Qué pasa mí amor? –me acerqué–. ¿Necesitas algo? –besd su mano–.

Maggie estaba internada desde hace dos semanas con neumonía, había empezado como una gripe pero había empeorado muy rápido, y ahora estaba muy débil. Prácticamente no habían mejorías, solo empeoraba.

Yo tenía mucho miedo, ella se veía cada vez más débil y cada día necesitaba más medicamentos y que le pongan la respiración artificial porque a ella le costaba.

—No te preocupes mí amor –sonrio y acaricio mí mejilla débilmente–. Voy a estar bien

—Yo se mí vida –cerre los ojos al sentir su caricia–. Tenés que reponerte, los chicos necesitan a su mamá, y yo necesito a mí esposa conmigo –bese su mano otra vez–. A mí bosterita hermosa –susurro y escuché una pequeña risita de su parte–.

—No te preocupes morocho, no te vas a deshacer de mí tan fácil –susurro sonriendo–. Te amo, no te olvides nunca de eso mí cielo...

Volvió a cerrar los ojos y se quedó dormida. Pasó alrededor de media hora y la máquina, a la que ella estaba conectada, empezó a pitar. Un sonido tan horrible, que me dió tanto terror, ese pitido continuo que solo me daba a entender una cosa.

—No, amor –me levanté y la moví un poco, mis ojos se empaparon al segundo–. ¡Mí amor! ¡No me dejes por favor! –la abracé fuerte–. ¡Alguien que me ayude! –grité hacia las enfermeras que pasaban–. Amor despertate –por mis mejillas caían mis lágrimas, la tomé de las mejillas para tratar de despertarle–.

Las enfermeras y un doctor entraron corriendo y me sacaron. No paraba de gritar. Sentía mis piernas débiles, así que caí arrodillado al piso, mientras gritaba. No podía irse, no podía dejarme solo con nuestros hijos, Gaia tenía apenas 4 meses, necesitaba a su mamá. Yo necesitaba a mí esposa.

De golpe mis ojos se abrieron, haciéndome saltar de la cama, estaba agitado y tenía lágrimas en los ojos.

Fue un sueño, solo fue un sueño...

••••
~ Maggie ~

—Amor –me senté en la cama al sentir que Enzo se despertó de golpe–. Gordo ¿qué pasó? –lo tomé de las mejillas con suavidad para que me vea–.

Él estaba como en shock, tenía lágrimas en los ojos y estaba muy agitado. Me miró a los ojos y se largo a llorar para después abrazarme, escondiendo su cara en mí cuello. Nunca lo había visto así, parecía asustado.

—Tranquilo cielo –lo abracé acariciando su cabello, sintiendo como el me abrazaba con fuerza–. Ya pasó –bese su cabeza, supuse que había tenido una pesadilla–.

—Nunca me dejes, por favor te pido –susurro entre sollozos mientras me abrazaba–. No puedo sin vos gorda, te necesito –decía entre hipos de llanto y sollozos–.

—Vida, acá estoy –susurre abrazándolo y acariciando su espalda para tranquilizarlo–. No me voy a ir a ningún lado mí amor –bese su cabeza–. ¿Tuviste una pesadilla?

—Horrible –susurro y suspiro tratando de calmarse–. Por favor nunca me dejes –susurro, un poco más tranquilo, pero seguía con hipo–. Te necesito conmigo, no soy nada sin vos gorda –me abrazó más fuerte acurrucandose en mí pecho–. Vos y los chicos son todo para mí, son mí vida y no podría hacer nada solo. Me hacés mejor persona, y no quiero perderte nunca. Me da terror pensar en que podría perderte...

—Ay cielo –me mordí el labio y lo abracé. Nunca lo había visto así–. Tranquilo mí amor –lo abracé y bese su cabeza–. No vas a perderme nunca, porque yo tampoco puedo vivir sin vos osito –bese su frente acariciando con suavidad su pelo–. Fue solo una pesadilla gordo, yo no me voy a ir a ningún lado

El suspiro y siguió abrazado a mí un buen rato hasta que se tranquilizó. Se incorporó sentándose en la cama y sonrió algo sonrojado. Nunca lo había visto así, tan asustado.
Lo tomé de las mejillas y seque las lágrimas rebeldes que aún caían por ellas, me acerqué y bese debajo de sus ojos.

—Ya pasó cielo –lo miré a los ojos–.

—Gracias amor –volvio a abrazarme, esta vez por los hombros–.

—¿Querés contarme que soñaste? –lo abracé por la cintura, acariciando su espalda–.

Me contó algunos detalles de su sueño. Algo claramente lo estaba preocupado, pero no tenía en claro que era.

—Se sintió tan real –suspiro–. Sentí tanto miedo en ese momento –nos acostamos y él miró el techo–. Me sentó tan débil, tan inútil –dijo como con bronca–. Te estabas muriendo en mis brazos y no podía hacer nada –sus ojos se volvieron a aguar y su voz se quebró–. No sé que haría si algo te pasa, me muero junto, yo... –suspiro tratando de tranquilizarse–. No podría con todo solo –me miró–. Vos sos mí mundo, mí vida –sonrio levemente–. Me diste cuatro hijos hermosos y no podría ser más feliz con nadie.

—Ay cielo –me mordí el labio, ahora era yo la que tenía ganas de llorar–. Nada de eso va a pasar mí amor –acaricia si mejilla, acostándome en la cama de costado para verlo mejor–. Te amo, y voy a luchar hasta mí última fuerza para hacerte feliz. No importa que pase, dijimos que iba a ser hasta el último suspiro, y así va a ser –tome su mano y la entrelace con la mía–.

—Te amo –me abrazo recostandose en mí pecho–. Te amo osita –beso mí mejilla–.

—Yo también te amo osito –sonrei y nos dimos un beso suave y lento–.

Nos volvimos a acomodar para dormir cuando él se tranquilizó. Dormimos cucharita, pero él quería que yo lo abrazara así que eso hice.

Era la primera vez que veía a Enzo tan sensible, tan asustado. Nunca lo había visto llorar así. Admito que me asustó verlo así, él no era de tener pesadillas, pero desde que nació Gaia está algo sensible, como preocupado. Es entendible, fueron meses difíciles y él tenía mucho trabajo, recién ahora puede disfrutar de su hija.

One Shots [Enzo Fernández]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora