• Razón •

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Me desperté algo aturdida, no había escuchado a Jere llorar en ningún momento. Me levanté rápido algo asustada, me puse mi bata y fui hasta su habitación, para encontrarme con la escena más hermosa del mundo.

Enzo tenía en brazos al pequeño Jere, de apenas dos semanas de vida. Me recosté en el marco de la puerta para verlo. Mis ojos se llenaron de lágrimas al escucharlo hablar con nuestro pequeño bebé. Comenzó a mecerlo con suavidad cuando Jere empezaba a dar señales de querer llorar, le tarareaba canciones de cuna y le daba pequeños toquecito en la cola, muy suavemente, para que se relaje, Jere estaba recostado en su pecho, moviendo sus cabecita.

—Campeón de papá –lo acomodó en sus brazos con sumó cuidado–. ¿Qué pasa? –susurro Enzo acariciando su cabecita–. ¿Por qué llora mi bebé precioso? –en su rostro se formó una sonrisa preciosa, se veía tan lindo en modo papá–. Mamá duerme y no queremos que se despierte ¿no? Queremos que descanse

Jere lloraba pero suavemente, mirando con curiosidad a su papá que ya tenía una creciente barba. Yo sabía que Jere lloraba porque tenía hambre, pero iba a dejar a Enzo disfrutar de su mini campeón.

—Pañal limpio –susurro y revisó–. Todo en orden –sonrio y beso su mejilla y empezó a mecerlo con suavidad–. ¿Tenés hambre campeón? –solto una risita–.

—Si, tengo hambre papi –susurre sonriendo y acercándome suavemente–.

—Ya despertamos a mami campeón –susurro sonriendo y mirándolo–. No quería que te despiertes amor –me miró y se acercó a mi–.

—Si, me desperté porque no escuchaba a Jere llorar y vos no estabas en la cama –me acerque acariciando la cabecita de Jere–. ¿Mi bebé está con hambre? –acerque mi dedo a su boca y él empezó a chuparlo–. El gordo tiene hambre

Enzo me dió a Jere y lo acomodé bajando la manga de la barra y la tira del camisón para darle la teta y me senté en la silla para hacerlo.

—Que hermosa que te ves así nena –se mordió el labio mirándome y acariciando la cabecita de Jere que chupaba la teta con su manito sobre ella–.

—Es hermoso –mire a Jere–. Nuestro bebé es hermoso amor –acomodé su ropita para que esté más cómodo–. ¿No cierto papi? Soy hermoso

—Perfecto como tú mamá –beso mi cabeza–. Igual que tus hermanos mi amor, todos perfectos como mamá –sonrio–.

—Y como papá –susurre y recosté un poco mi cuerpo en Enzo que estaba sentado en el apoyabrazos de la silla–.

Nos quedamos un buen rato mirando embobados al pequeño Jeremías. Él tomaba la teta con los ojitos entrecerrados porque empezaba a dormirse. Los dos estábamos enamorados de Jere, bueno, enamorados de nuestros hijos. Pero ahora él era el centro de atención porque era el más pequeño.

Cuando terminó de comer, hizo provechito, y se quedó dormido en mis brazos, así que con mucho cuidado lo volví a meter en si cuna, acomodándolo para que esté bien y cómodo.

—Que duermas bien príncipe de mamá –deje un besito en su cabeza–. Y toda la noche –susurre–.

—No te hacés una idea de lo hermoso que es verte así –me abrazo por la espalda, mientras seguíamos viendo a Jere–. Te ves tan radiante, tan espectacular –dejo un beso en mi cabeza–.

—¿En serio? –me reí y acaricie sus manos que estaban en mi vientre–. Me encanta esta etapa –suspire y me recosté contra él–. Es hermosa

—Yo todavía no puedo creer que tengamos tres hijos –sonrio y suspiro–. Pero soy tan feliz, ustedes me han tan feliz mi amor –me abrazó más fuerte–. Oli, Ian, Emma, Jere y vos son mi vida –susurro en mi oído–. Los amo como nunca amé a nadie, son mi razón de vivir, mi razón de existir –suspiro–. Gracias por amarme, y por darme el placer de vivir esto con vos princesa –beso mi cien–.

—Ay amor –me mordí el labio aguantando las ganas de llorar–. Mi amor –me di vuelta y lo tomé de las mejillas–. Vos sos mi vida cielo, no tengo nada si no te tengo a mi lado –lo mire a los ojos–. Me regalaste lo que más amo en el mundo que son esos cuatro terribles que amo tanto –me reí–. Me diste tu amor, y me dejaste ser parte de tu vida y aceptaste compartirla conmigo –le di un besito–. Me amas y yo te amo, sos mi todo, mi amor, mi vida, mi esposo, el papá de mis hijos –sonrei y noté que sus ojitos de pusieron algo brillosos–. El hombre de mis sueños, el amor de mi vida –una lagrimita rebelde se deslizo por su mejilla–. Yo te tengo que dar gracias a vos por amarme, y cuidarme siempre

—¡Uff cómo te amo! –me abrazo fuerte levantándome del suelo–.

—Bebe, cuidado que vamos a despertar a Jere –me reí y él me bajó–. Vamos a dormir ya cielo, antes de que me ponga a llorar –me rei y agarré su mano–.

—Vamos mami –me abrazó por las espalda y nos fuimos a la cama otra vez–.

Eran como las 4am, así que estábamos muestras de sueño los dos, pero también muertos de amor por nuestro pequeño príncipe que llegó para llenar de más amor nuestras vidas.

One Shots [Enzo Fernández]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora