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Unos pequeños azabaches iban corriendo mientras reían por las calles de la aldea, ambos tomados de las manos para no perderse en su aventura.
─ E-Espera Sasuke ... - pidió la niña con voz agitada al tomar asiento en el piso.
El niño no mostraba ningún tipo de cansancio y solo tenía en su rostro una sonrisa al verla - La próxima te cansarás menos Ika - la animó para luego ofrecerle una mano y con ella ayudarla a pararse - ¿Tu casa queda lejos?
La niña se puso a pensar un buen rato, tratando de recordar el camino que en realidad quedaba a unos cuantos metros más alejados.
Ambos se animaron a ir a ese lugar, siendo Ikari la primera en entrar - ¿Papi? - gritó por primera vez, pero no recibió repuesta alguna - ¡¿PAPIII?!
─ Si si estoy aquí - habló desganado el mayor, ganándose el puchero de su hija quién esperaba que no esté para invitar a su amigo a jugar - En un rato salgo Ikari, tienes comida en el refrigerador si deseas.
Los ojos de la niña brillaron y después de asentir subió rápido a su cuarto para quedarse detrás de su puerta, vigilando la habitación de su padre.
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La Hatake había permanecido un buen rato mirando aquella reliquia en sus manos ¿Se lo merecía? Es la pregunta que rondaba en su mente.
Al final aquella incógnita la postergó para después, guardando la caja en su bolsillo y dirigiéndose de nuevo al hospital, pero esta vez con la intención de encontrarse con la Senju y dar inicio a la operación.
Sus pasos se detuvieron cuando a unos cuantos metros visualizó al peli plata junto a Sasuke, siendo este último el que estaba atado al árbol.
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