──── xii. corazón roto

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Maeve despertó la mañana siguiente por la luz del sol golpeando su rostro, aparentemente a ninguno se le había ocurrido cerrar las cortinas la noche anterior, pero eso no era nada comparado con la sensación de agotamiento que sentía su cuerpo

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Maeve despertó la mañana siguiente por la luz del sol golpeando su rostro, aparentemente a ninguno se le había ocurrido cerrar las cortinas la noche anterior, pero eso no era nada comparado con la sensación de agotamiento que sentía su cuerpo.

Rafe no se veía en ningún lugar la habitación, pero ya era bastante tarde, así que la rubia supuso que él ya había iniciado su día, por lo que Maeve se movió para asearse al baño con las pocas pocas que tenía en esta casa.

Su garganta ardía, y cuando su reflejo demacrado se presentó en el espejo, Maeve no pudo evitar soltar un sollozo mientras llevaba su mano a su cuello, donde las marcas de huellas dactilares se oscurecían cada vez más.

Se sentía tan tonta e ingenua.

Incluso por un momento pensó que podría arreglar las cosas con James, que podría estar en paz con ese pasado que no quería permanecer en el olvido.

Y ahora solo quedaba su triste reflejo.

Llena de ojeras oscuras que manchaban su tersa piel, lágrimas secas y recientes pintaban la piel de sus mejillas -Maeve se preguntó si en algún momento de la madrugada tu o pesadillas-, su cabello estaba enredado y grasoso, y su garganta magullada y adolorida.

Ella era un completo desastre.

Con ese pensamiento claro en mente, Maeve decidió que lo mejor que podía hacer era darse una larga ducha con agua fría, intentando despejarse y tratar de olvidar lo sucia que se sentía.

La ducha no fue tan larga como la rubia hubiera deseado, pero sin duda logró relajarla un poco, Maeve se había cubierto con una bata de baño, y deseo estar en su casa para tirarse en su cama y no levantarse durante todo el día.

Necesitaba paz para poder hundirse en su miseria.

El sonido de la puerta abriéndose provocó que Maeve dejará de ver sus pies para enfocarse en su hermano que entraba con una bandeja sobre sus manos.

Ver a Rafe sobrio siempre era un motivo de tranquilidad, que estuviera sonriente solo era un plus. Maeve no pudo evitar no sonreírle también, intentando cubrir con el cuello de la bata lo mejor que pudo su cuello.

DOLLHOUSE ; RAFE CAMERONWhere stories live. Discover now