──── xx. cómplices

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Rafe había vuelto a casa y aunque Maeve quisiera solo enfocarse en eso, no podía dejar de sentirse inquieta por el montón de cosas que pasaban a su alrededor

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Rafe había vuelto a casa y aunque Maeve quisiera solo enfocarse en eso, no podía dejar de sentirse inquieta por el montón de cosas que pasaban a su alrededor.

En el fondo, y por más que el pensamiento la inquietara, Maeve temía de Rafe -aunque no en las mismas cantidades que temía por él-. Su hermano siempre había sido una persona sentimental, dejando que sus emociones lo llevarán a actuar por impulso antes de que pudiera detenerse a pensar en las consecuencias.

Maeve no había podido cerrar un ojo en toda la noche, enfocada en pasar sus manos por el rubio cabello de Rafe -quién había pasado la mayoría de la noche en un sueño profundo y tranquilo que no había conseguido desde que su padre lo había obligado a dejar la casa-, mientras su mente enloquecía con todo tipos de pensamientos.

La idea de que alguien entrara por la puerta en ese instante y se llevaran a Rafe acusado de asesinato la mataba de angustia. La honesta verdad es que ella prefería mil veces ser una cómplice antes que vivir una vida sin su hermano a su lado, sobre todo con lo "cercanos" que estaban en ese momento.

—Pensé que estarías más tranquila ahora —murmuró la rubia entrando a la habitación de Sarah con una bandeja con desayuno entre sus manos. Una mueca formándose en sus labios cuando vio el aspecto de su hermana—. Te haría bastante bien comer algo.

Las mejillas de Sarah estaban pintadas de lágrimas, sus ojos hinchados y su nariz roja, corriendo la mirada al colchón para evitar que Maeve la pudiera seguir examinando.

La rubia mayor no pudo evitar la culpa que lleno su cuerpo al fijarse del estado en el que se encontraba su hermana. Ella siendo la misma que Maeve había jurado proteger con su vida hasta el final, ahora siendo quién contribuía a su sufrimiento por ser incapaz de priorizarla está vez.

Sarah estaba sufriendo por Jhon B -que aunque ella lo considerara una estupidez-, era el chico del que estaba enamorada y amaba. Era casi divertido, porque ella amaba al pogue de la misma forma retorcida en la que Maeve amaba a Rafe, y ninguna estaba dispuesta a dejar al otro.

Lo que las dejaba en lados contrarios de la balanza.

—¿Estuviste en tu habitación todo este tiempo? —dijo en voz baja—. Te estuve llamando.

DOLLHOUSE ; RAFE CAMERONWhere stories live. Discover now