─── 𝐃𝐎𝐋𝐋𝐇𝐎𝐔𝐒𝐄 ───
❝When I saw the signs, I should have let you go... but I kept you by my side.❞
───Donde Maeve Cameron está cansada de su vida y busca refugio en los brazos de su hermano mayor.
O
───Donde Rafe Cameron no puede resistir se...
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Maeve despertó en una cama conocida, completamente sola, un terrible dolor de cabeza la atacaba, con cada centímetro de su cuerpo temblando, y su mente vuelta un desastre.
Todavía podía recordar cada momento del día anterior, y eso solo hacía que su malestar empeorara.
Barry realmente no había tardado nada en llegar en su moto, y Maeve estaba casi sorprendida por eso, pero su estado de crisis no le había permitido demostrar otra cosa que no fuera la desesperación que sentía.
En otra situación Maeve pudiera haber reído.
Las pocas veces que había visto a Barry, nunca se había mostrado muy expresivo más allá del desagrado, pero en ese momento lucía completamente descolocado.
Maeve no pudo culparlo.
Cuando la encontró estaba sentada en la entrada, recostada contra la puerta, su rostro lleno de sangre igual que su vestido desgarrado que apenas y cubría su pecho. No era una escena en la que ella se hubiera imaginado alguna vez, supuso que Barry tampoco lo esperaba, ella supuso que el pensaba que ella solo era otra kook aburrida, y resultó ser una cajita llena de sorpresas.
—Lo llevan en la sangre, ¿No? —Maeve no había reaccionado a su burla, y él frunció el ceño para sí mismo, parándose delante de ella—. Puedo ayudarte. ¿Vas ayudarte a tí misma?
La rubia simplemente alzó sus ojos para mirarlo sus pestañas revoloteando mientras lo miraba directamente a los suyos, ¿Y quién iba a esperar que alguien pudiera verse tan angelical incluso cubierta de sangre? Cómo un delicado cordero asustado.
Barry no pudo evitar comparar a Rafe con Maeve, porque el color de sus ojos era completamente opuestos. Rafe tenía unos claros ojos azules electrizantes, los ojos de Maeve eran completamente verdes esmeraldas rodeado de largas pestañas, pero a pesar de eso, de alguna forma todavía se las arreglaban para tener esa misma mirada iluminada y dulce llena súplica, eclipsando aquella frialdad y todo lo retorcido en ellos que luchaba por salir a la luz.
Lastimosamente, era una mirada a la que a él desgraciadamente le costaba negarse. Llámalo amistad o estupidez, él nunca había admitido sentir ninguna de las dos, para su suerte parecía ser el único que sabía que los rubios Cameron (al menos los que no lo habían robado hasta ese momento) realmente les agradaban.
