──── xvii. negar, negar y negar

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Si había algo que Maeve encontraba reconfortante de sus encuentros con James, es cuando llegaba la hora de alejarse

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Si había algo que Maeve encontraba reconfortante de sus encuentros con James, es cuando llegaba la hora de alejarse. Porque le ayudaba a recordar que pese a su debilidad inicial, ella había podido dejarlo y alejarse, ella había continuado con su vida, y lo que ahora existía entre ambos, no era más que un trato pactado donde ambos ganaban.

Y si Maeve pudiera dar vuelta atrás y cambiar algo del pasado, sabía que nunca sería la instrucción del castaño en su vida. Porque gracias a él había aprendido a valerse por sí misma, darse cuenta de que aunque ella se negara a creerlo, era mucho más fuerte de lo que pensaba. Pero sobre todo, a saber con quienes que contaba y con quiénes no.

Pero las cosas que James le habían contado cambiaban las cosas, y ahora Maeve necesitaba mantener a las personas correctas a su lado.

—Te lo juro, Rafe, esta casa es un infierno sin ti. —bufó Maeve negando, mientras dejaba los ingredientes del sandwich que se estaba preparando para ver a su hermano a través de la pantalla de su celular en la videollamada.

Rafe tampoco se veía tranquilo. De hecho se veía mucho más estresado y ansioso de lo que Maeve se sentía, dando vueltas de un lado a otro mientras rascaba bruscamente su cuero cabelludo, ignorando mayormente las cosas que les decía su hermana por el mismo desastre que giraba en su mente.

—Maeve tenemos que hablar.

La nombrada terminó de masticar lentamente, mirando apoyando el celular contra en porta servilletas para poder tener sus dos manos libres.

Ella no se encontraba en sus cinco sentidos completamente. Había empezado una cata personal de todas los licores de la casa con el fin de encontrar los que más le gustarán, y así cuando tuviera un mal día, sabría justo que botella buscar.

Se había topado con un increíble vino muy viejo -por el que seguro Rose iba a regañarla por horas  al darse que lo había abierto, y un whisky con especies que estaba a la mitad, y ya entendía porque su padre lo tomaba con tanta frecuencia. Ninguno quemaba la garganta y ambos te dejaban con ese efecto de "deliciosa marea de calma" tanto que puede que Maeve se haya excedido un poco a la hora de probar.

—¿Sobre Sarah y sus amigos ladrones?

El ruido al otro lado se detuvó, mirando fijamente a la pantalla, pero Maeve lucía como si no fuera dicho nada en lo absoluto, comiendo con la misma tranquilidad de antes. Cómo si no fuera dicho en voz alta las palabras que había estado atormentado la cabeza de Rafe durante las últimas horas.

DOLLHOUSE ; RAFE CAMERONWhere stories live. Discover now