9. Trampas.

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Me jode tener que admitirlo pero, Jaden tiene razón. El bar donde nos ha traído me encanta.

Lo que no me ha gustado tanto es tener que montarme en su coche negro que huele a su perfume. Tampoco me ha gustado tener que sentarme en el copiloto mientras Isabella y Oliver se hacían manitas como si fueran adolescentes que no pueden controlar sus hormonas.

Ha sido incómodo, mucho. Lo único que he sabido hacer es mirar por la ventanilla del coche y de vez en cuando fijarme en como Jaden conducía.

No he podido evitar fijarme en el tatuaje de su brazo, en como la tinta recorre su piel, en cómo se le marcan las venas en los lugares libres de tinta.

He subido varias veces mis ojos hacia su rostro. Ha estado serio, pensativo gran parte del trayecto hasta que nuestros ojos han hecho contacto visual y una leve sonrisa ha alumbrado su cara.

Y así hasta que finalmente me encuentro sentada en un sillón de cuero negro que parece sacado de los años 80.

Se escucha rock suave de fondo y hay bastante gente.

Ojalá me hubiese puesto otra cosa, aunque voy toda de negro y mis mayas de panta ancha parecen un pantalón de vestir, no me siento del todo cómoda.

Tengo la cara lavada, sin una gota de maquillaje y el pelo alborotado debido a que no me gusta secarlo con secador.

Decido hacerme una coleta a pesar de odiarlas ya que hace que mis orejas sobresalgan de manera espantosa pero es mejor eso que tener el pelo como si hubiera metido los dedos en un enchufe.

Me saco algún que otro mechón de delante para verme más desenfadada y giro mis ojos hacia Isabella.

Siempre va perfecta a todos lados, con el pelo suelto, rubio y lacio. Con el maquillaje adecuado para cada ocasión. No puedo evitar sentirme algo insegura a su lado, no cuando parece una barbie sacada de la caja y yo parezco una bruja mala y fea.

Suspiro mientras los demás piden sus bebidas al camarero que acaba de llegar a nuestra mesa. Y cuando llega mi turno de pedir, la voz de Jaden me interrumpe haciendo lo mismo que hizo en la playa.

—Un vodka con limón. —Me quedo sin poder reaccionar debido a la sorpresa y el camarero asiente marchándose y sin dejarme rechistar.

—¿Eres imbécil? —Pregunto enfadada, Jaden echa su espalda sobre el respaldo del sillón y saca su móvil.

Lo mira detenidamente ignorando por completo mi pregunta y al cabo de unos segundos, me mira y sube los hombros.

—¿No es eso lo que querías? —Pregunta con falsa inocencia.

Aprieto mi mandíbula intentando tener algo de autocontrol sobre mi misma.

—No. Ya te he dicho que no quiero alcohol en mi organismo. —Le recuerdo.

—Ya pero es que lo que me digas, me da igual. —Abro la boca para protestar pero sé que quiere iniciar una discusión y no pienso darle el gusto.

En su lugar me levanto rápidamente para ir a la barra y cambiar el pedido.

Sé que es una niñez lo que aquella maldita apuesta pero no orgullo no piensa perder. No ante él.

Cuando paso por su lado, su agarre me detiene por un instante. Lo miro y me suelto mientras le ofrezco una sonrisa deslumbrante y falsa.

—No pienso perder. —Aseguro volviendo a emprender camino hacia la barra.

El camarero me ve llegar con paso rápido y suelta la botella de vodka antes de echar el contenido en la copa.

El deseo de odiarte por siempre.Where stories live. Discover now