20. No volverá a pasar.

580 19 1
                                    

JADEN.

Lena va unos metros detrás intentando igualar mi ritmo, pero mis piernas son más largas y tengo más resistencia.

La escucho resoplar de vez en cuando y no puedo evitar sonreír al verla tan exasperada por intentar alcanzarme.

Hemos estado callados desde que he comenzado andar hace 10 minutos. La cabeza no para de darme vueltas pensando en lo que quiero decirle.

¿Estará bien? ¿O es mejor fingir que no pasó nada? ¿Qué aquel beso nunca existió?

Eso no es una opción, por lo menos no para mí.

No supe que podía llegar a tener ese tipo de autocontrol, no cuando me pidió por más, cuando me insistió en que no quería que me detuviera.

Es pensar en sus labios y no puedo evitar ponerme duro. Joder.

El ambiente entre nosotros ha cambiado desde anoche, puedo notar como su tensión ha disminuido ante mi presencia, como a pesar de sus palabras contradictorias su cuerpo me demuestra que comienza a estar cómoda conmigo.

Soy totalmente consciente de lo que hubiera pasado si ella no hubiera bebido y darme cuenta de que me apetece más de lo que quiero admitir me frustra.

Porque yo la odio y ella me odia a mí ¿no?

—¿Cuándo vamos a llegar? —Su voz borra aquellos pensamientos y me detengo para mirarla.

Tiene las mejillas rojas por el esfuerzo y una leve capa de sudor se asoma en su frente. Su respiración está agitada y por mi mente pasan miles de mejores formas de hacerla sudar y suspirar.

—Estamos paseando. —Respondo para molestarla un poco.

Cuando se detiene frente a mí se cruza de brazos y pasa su peso a una de sus piernas.

—¿Esto te parece un paseo? ¿En serio? —Replica mientras su mirada me asesina. —Es una maratón mejor dicho.

—Qué quejica eres. —Me giro sobre mis talones y sonrío sin que me vea. —Ya queda poco. —Le informo pero eso no parece ser suficiente ya que vuelve a resoplar de nuevo.

Sé donde quiero llevarla, quiero que lo vea y sobre todo quiero que él sepa que estoy esforzándome en hacer las paces conmigo mismo y con mis sentimientos.

Cuando la frondosidad de los árboles comienza a despejarse sé que estamos llegando y no puedo evitar comenzar a ponerme nervioso.

Es el primer paso para cambiar, el primer paso para comenzar a dejar de ser lo que soy y ser la mejor versión de mi mismo.

La vista se despeja y desde aquella cima se ve toda la ciudad que tanto me ha quitado y que ahora de alguna manera intenta devolverme,

Me detengo delante del banco que hay frente al acantilado y me giro para mirarla.

Tiene los ojos abiertos, sorprendidos por la vista. Su boca se abre mientras coge aire y puedo ver en su rostro como la felicidad llena cada rincón.

Está jodidamente preciosa.

Me siento y miro el paisaje, no es para menos su reacción. En el horizonte el mar y el cielo se unen siendo imposible diferenciar dónde empieza y acaba cada uno.

Noto como se sienta a mi lado y sin apartar la vista del frente, dice:

—No sabía que había un mirador aquí.

—Pocas personas saben de este sitio... —Cojo aire y mi boca habla por sí sola, como si ella fuera capaz de sacar todo lo que quiero reprimir. —Realmente no es un mirador.

El deseo de odiarte por siempre.Where stories live. Discover now