34. Guardaespaldas.

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No consigo pegar ojo en toda la noche. Me doy el lujo de dejar que mis lágrimas salgan libres, sin miedo.

Pienso y pienso en todas las consecuencias que han tenido nuestros actos, en como me siento tan rota por dentro que ni siquiera tengo ganas de moverme.

Y por esto no quería que él volviera a mi vida, es un huracán que se ha llevado todas mis protecciones, me ha dejado indefensa.

Me duele el pecho, siento un vacío en él, arrasando todo, recordandome que esto es culpa mía, que no debí ceder ante el deseo.

Jaden no ha aparecido de nuevo por la habitación y las horas pasan hasta que el sol sale de nuevo por la ventana.

Es nuestro último día aquí, a la mañana siguiente tendremos que volver a nuestras casas, a la rutina del día a día y me siento tan mierda que no quiero salir de aquí. No quiero enfrentarme a la realidad de que tenemos que mantenernos alejados el uno del otro.

Necesito poder desahogarme, así que les escribo a mis amigas. Necesito contarles todo, a pesar de que no me gusta hablar de mis sentimientos, tengo que hacerlo. Es la única manera de poder sentirme mejor.

A los pocos minutos de enviar el mensaje, entran en la habitación con gesto preocupado.

—¿Qué ha pasado? —Sara es la primera en aparecer y detrás de ella están Desi, Naomi e Isabella que cierra la puerta para que nadie pueda oirnos.

—Lo que tenía que pasar. —Digo en un susurro.

Mis amigas se sientan en la cama conmigo, con las miradas atentas y esperando a que comience a hablar.

Me miro las manos y noto como sus brazos me envuelven, consolandome, como si me hubieran partido el corazón, como si esto no hubiera sido solo sexo.

Y no lo ha sido.

—¿Quieres contarnos? —Pregunta Desi mientras todas se separan de mí para dejarme espacio.

Asiento con la cabeza y comienzo a relatar lo ocurrido.

—Hemos cruzado el límite y ahora todo se ha ido a la mierda. Nos hemos dado cuenta de que no podemos seguir, que lo que ha pasado no puede pasar más. Tenemos que mantener las distancias.

—¿Por qué? —Insiste Isabella.

—No lo sé, estoy hecha un lío. Sólo sé que me da miedo todo lo que me hizo sentir anoche. Nunca en mi vida he deseado a nadie así, nunca... —Mi voz se rompe. No puedo continuar, no puedo admitirlo en voz alta.

—¿Follastéis? —Pregunta Isabella de nuevo y mis amigas niegan con la cabeza. ¿De verdad eso es lo importante ahora?

—No, pero casi. Hicimos todo lo demás, en la playa, en la ducha... y después se me ocurrió preguntar si él se arrepentía. Y me dijo que sí.

Mis amigas cogen aire y Desi me aprieta la mano en gesto de apoyo.

La miro y puedo ver cómo frunce el ceño y una mueca de enfado se apodera de su rostro.

—Vaya gilipollas. —Suelta Sara negando con la cabeza.

—Lo peor viene ahora. —Continúo. —Le insistí, quería que me dijera a la cara por qué se arrepentía... y me dijo que era una droga para él, que estaba mal y a pesar de todo eso él lo quería todo conmigo.

—¿Y eso no es bueno? —Pregunta Isabella mientras me mira con los ojos entornados.

—No joder. —Contesto. —No puedo dejarme llevar, no puedo darle todo lo que tengo. No le he dado nada y aún así estoy hecha una mierda, imagínate si yo...

El deseo de odiarte por siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora