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Varios días habían pasado después de aquel violento encuentro entre las alfas

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Varios días habían pasado después de aquel violento encuentro entre las alfas. Los rumores en la universidad corrieron velozmente, a tal punto que casi nadie quería acercarse a Lisa.

La joven omega, tratando de ignorar todo eso, iba sin falta todas las tardes a visitar a Jennie, sus padres presentaron papeleo del chequeo médico y esta tomó descanso por un buen tiempo.

La castaña insistió que sean al menos dos meses, no quería mostrar sus heridas y hematomas frente a todos en la universidad. Su orgullo como alfa se fue al piso cuando Rosé se atrevió a golpearla a tal punto de dejarla inconsciente.

—¿Cómo estás?

—Pues mejor —respondió desinteresada, tratando de fingir cuando en realidad le dolía hasta el respirar—. ¿Has vuelto a ver a la idiota de Park? —cuestionó seriamente.

—N-no, Jen, te prometí que no lo haría —logró responder en voz baja.

No quería mostrarse triste al recordar que tuvo que ignorar a la neozelandesa desde aquel día. Pero tuvo que hacerlo, ya que Jennie le advirtió aquello a cambio de no acusar a la rubia. Obviamente Lisa aceptó, no quería que metiera a Rosé en problemas.

—Así me gusta —sonrió ladina.

Se acomodó mejor en la cama, logrando sentarse y tomando el rostro de Lisa para darle un corto beso. La omega le correspondió por inercia. Ciertamente, sentía que el tacto ya no era el mismo, era como si aquella calidez fuera reemplazada por un roce frío y sin nada de cariño de por medio... Como si fuera solamente una obligación.

—Eres una buena omega —susurró, mordiendo suavemente los gruesos belfos de Lisa.

La tailandesa se tensó ante aquel toque inesperado y trató de alejarse. Sin embargo, Jennie la tomó con rapidez por la nuca evitando aquello.

—Jennie... —murmuró mientras la mencionada empezaba a repartir besos en toda la longitud de su cuello, llevando una de sus manos por debajo de la polera de la omega, brindándole caricias que para Lisa no eran aceptables—. ¡Espera! —exclamó exaltada a la vez que alejaba con todo lo que podía a la mayor.

El pánico la inundó cuando Jen había succionado fuertemente la piel sensible de su cuello.

—¿Qué pasa? —respondió con el ceño fruncido y en claro signo de molestia—. ¿Cuál es el jodido problema?

—No hagas eso —habló cohibida ante la fija mirada de la alfa.

—¿Por qué no? Eres mi omega y ya estamos en tiempo de poder hacerlo —bufó—. Te he esperado lo suficiente.

Lisa no pudo evitar el temor que recorría su cuerpo al entender su proposición, no se sentía lista en ningún aspecto.

—Aún no es tiempo, no puedo —bisbiseó.

—La que decide soy yo. Puede pasar en mi próximo celo si es que yo lo quiero.

—Jennie, no, yo... —intentó hablar.

Cállate.

La grave voz de mando hizo que Lisa se encogiera de hombros en su asiento, igualmente su loba bajaba la cabeza, la sumisión salió a flote aún si ella no quería. A veces el ser omega le disgustaba.

—Será cuando yo lo diga —la miró directamente—, y será en tu próximo celo —Lisa se estremeció ante lo dicho, pero no de placer o ansiedad, sino de temor. Ella no quería aquello, no estaba preparada—. Sé que ahora te niegas, Lili, pero en tu celo estarás irreconocible a tal punto de rogarme por atención.

La sensación que la omega sentía no le gustaba para nada.

—C-Creo que y-ya es hora de ir-me —se levantó rápidamente, tomó su mochila y salió apresuradamente de la habitación.

Sintió sus ojos arder y su mirada se puso nublosa. ¿Qué podría hacer si Jennie se encargaba de cumplir lo dicho?

Tenía demasiado miedo ante esa idea. No quería, ni se sentía lista.

Una vez que salió de la casa, aspiró con lentitud el fresco aire de la tarde como si fuera a morir asfixiada. De ahora en adelante tomaría estrictamente la cuenta de sus días hasta su próximo celo, llevando a todo lado sus supresores y neutralizadores en la mochila.

Sabía que lo que pedía era algo cruel quizás, pero realmente anhelaba que Jennie se quedara en su casa por mucho tiempo para no asistir a la universidad. No la quería cerca si es que seguía con esa idea.

Suspiró con un deje de tristeza y se dirigió a su casa. El sol empezaba a descender lentamente, dando paso a que el cielo se tornara de colores cálidos. A cada paso que daba sentía como el viento se hacía más frío e impactaba su cuerpo. La polera que llevaba no le abrigaba como quería, así que intentó abrazarse así misma, frotando con sus manos ambos brazos, intentando darse algo de calor corporal.

Caminó fijamente mientras los minutos pasaban, dando por inicio a la presencia del cielo negro azulado. No se preocupó por la hora, ya que al llegar a casa no encontraría a nadie. La idea la invadió y sintió a su loba desanimada. ¿Quién no se sentiría así? A veces anhelaba poder llegar a casa y ser recibida por un fuerte y cálido abrazo, una sonrisa sincera y una tarde junto a su familia.

Al menos podía soñar, porque tenerla era algo que estaba fuera de su alcance.

Inesperadamente pequeñas gotas empezaron a caer y de a poco la lluvia iba intensificándose. Lisa maldijo internamente, tenía todo el frío apoderándose de su cuerpo y ahora tenía que lidiar con la consistente lluvia. Sus manos empezaron a temblar por la baja temperatura y empezó a empaparse por completo.

Su día no podía ir peor.

Divisó a lo lejos que se acercaba a la calle donde se situaba su casa. Inhaló y exhaló el aire con fuerza y se dispuso a acelerar un poco el paso.

Los pensamientos vacíos que tenía fueron dispersándose al percibir un aroma amargo, pero con un toque dulzón a la vez, uno que conocía muy bien.

Agitó su cabeza de un lado al otro en negación.

No.

No podía ser la persona que ella creía. ¿O sí?

Su loba también percibió aquel olor y se removió en su interior. Esos días sin la presencia de la alfa rubia la habían tenido mal y, ante el solo pensamiento de tenerla cerca hacia que la emoción se dispersara en todo su organismo, dándole señales que Lisa se negaba a aceptar.

Sin embargo, todas sus tercas ideas se fueron abajo cuando escuchó una aterciopelada voz.

—Lisa —murmuró lo suficiente audible para la omega.

La mencionada detuvo el paso frente a su casa y la vio.

Aquella alfa que trató de evitar estaba sentada en el suelo y recostada en la puerta de su casa. ¿Qué se supone que tendría que hacer ahora?

 ¿Qué se supone que tendría que hacer ahora?

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Treat you better | ChaelisaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt