Un ciclo

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Los días pasaban y mi cuerpo se volvía más delgado, deteriorado y cada movimiento era un dolor insoportable.

Miré a través de una grieta de aquella habitación lúgubre y vislumbre un cálido rayo de sol que se colaba entre tanta oscuridad; cerré los ojos imaginando el bello atardecer que se encontraba detrás de aquellas cuatro paredes y fue como un abrazo en el alma.

Pronto aquella calma que me invadió se desvaneció cuando el brujo apareció como de costumbre para robar mi energía, tal como lo había prometido, no descansaría hasta eliminar toda gota de magia, energía y vida de mi cuerpo.

Después de marcharse y dejarme adolorida, sin fuerzas y sin esperanza alguna; Cerré los ojos esperando que esta vez tuviera la suerte de no despertar.

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El miedo a sufrir era aún pero que el propio sufrimiento. Mi corazón no sufría cuando me refugiaba en mis sueños.

Una lechuza que reposaba en la rama de un gran roble me llamó la atención. Me acerqué lentamente a ella, cuando de pronto desapareció de la nada, sin darme la oportunidad de detallarla. La busqué por todos lados y me pareció una eternidad. En el bosque, la pradera, el lago, bajo el viejo roble, en la cueva...bueno, menos ahí. Ese lugar me daba escalofríos. Ahí, pierdo mi voluntad, hay una vibra extraña, pero presiento que si entro me encontraré a la lechuza otra vez.

La lechuza tiene un efecto sobre mí que desconozco, pero me atrae. Aún con recelo, ingresó a la cueva. No encuentro a la lechuza, pero si a una mujer.

La mujer de cabello azul, desnuda y con una diadema de oro sobre su larga melena. Se encuentra sentada sobre una grande y fría piedra. Me observa con una sonrisa, escucho unos aleteos y la lechuza aparece colocándose a un lado de aquella misteriosa mujer.

—¿Deseas una poción?— pregunta la mujer.

Niego con la cabeza.

—¿Entonces que es lo que deseas?

—Lo que yo deseo no creo que tus pociones lo puedan conseguir.

Ella se levanta y se acerca a mí.

—Puede que no funcionen, pero le dan confianza a él o ella para enfrentar cualquier dilema.— Sonrió

— No deseo una poción.

—Entonces, si no quieres una poción...¿Qué buscas?

—Evitar el sufrimiento.— respondo sin vacilar.

—Hay dioses y diosas a quienes podrías rezarles u ofrecerles sacrificio. Harán cualquier cosa por poco de sangre derramada en la piedra correcta.

—Nunca me han interesado los dioses ni las diosas, sus regalos no son gratuitos.

—Nada lo es niña, aun así...hay alguien más con quien puedes hablar.

—¿Hombre o mujer?

—Ambos, quizá o ninguno. Busca unos ojos grandes y verdes como los de un felino, espera que un anhelo...-que nada tiene que ver con tu deseo- tire de tu corazón.

《Sigue a tu corazón》 susurró antes de desaparecer igual que la lechuza había hecho minutos antes.

Salí de la cueva, confundida y con muchas preguntas. El sol de mediodía me reconfortó. No sé cuánto tiempo caminé y comenzaba a pensar que era inútil buscar a alguien en este lugar, cuando me dí cuenta que un hombre se acercaba.

Bueno, creí que era un hombre, pero después no estuve tan segura, pues sus manos eran delicadas y tenía un andar casi felino, y cuando me acerqué pude ver que sus ojos, como los de un gato, eran verdes.

—Escuché que me has estado buscando.— dijo

—Supongo— Le respondí.—, supongo que sí.

—Bueno, entonces acércate.

Obedecí y me acerqué, era un ser tan bello que casi podría decir que no era humano.

—¿Esto es un sueño, verdad?— Le pregunté detallando sus facciones.

—Para nada. Todo lo opuesto en tal caso.

Me pareció que hablamos una eternidad, no entendí mucho de lo que dijo; otro tanto lo olvidé.

— La mayoría de la gente quiere cosas como la flama de una vela, destellante, cambiante, tú en cambio lo que deseas podría hacer que un bosque arda. — su dedo índice se deslizó sobre mejilla— Pero debo advertirte, obtener lo que quieres y ser feliz son cosas muy diferentes.

—¿Me darás lo que quiero?

—Claro que no.

—¿Qué me darás entonces?— Pregunté confundida.

— La libertad de no depender de las runas y con ello— Hizo una pausa y me sujeto la mano, estrujandola.— Marcada como mía. Aunque siempre lo has sido.

—¿y tu qué quieres de mí?

— El derecho a la sopresa, cuando llegué el momento lo comprenderás y tu deuda deberás pagar. Ahora...tus amigos serán liberados y vendrán por tí, te ahorraré días de dolor.

Se acercó a oído y susurró "Abre los ojos"

Y así lo hice...

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⏰ Última actualización: Nov 02, 2023 ⏰

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