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Los bares no eran realmente lo suyo. Cualquier alcohol que haya probado alguna vez le sabía a mierda, y convertirse en alcohólico sería simplemente otra verificación en la lista de la tía Jane para demostrarle al tribunal que no era apto para la custodia. Demonios, juraba que su perfume todavía estaba pegado a los pelos de su nariz, y todo lo que quería hacer era escapar de ella. Escapar también de la realidad. Mike recordó cuando su padre solía hacer exactamente eso después de que Garret desapareciera, ahogándose en el líquido amargo por las noches, con dificultad para hablar. Por eso estaba allí, en un bar del centro de Afton, mientras Maxine se quedaba con Abby. Estaba desesperado.
El edificio estaba lleno de gente, una agradable charla y música de jazz llenaban el aire. Había luces colgadas a lo largo de las paredes de madera, esquivando por poco las fotografías en blanco y negro que colgaban solas. Más clientes se apretujaron detrás de él; Mike buscó frenéticamente cualquier espacio abierto en la habitación. Aleluya... un único taburete quedó vacío cerca del mostrador de servicio, y Mike se sentó en él arrastrando los pies, con los hombros tensos. La camarera pareció notar su presencia, mientras se inclinaba hacia el hombre, todavía agitando la bebida de otra persona.
"Eres una cara nueva",ella pregunto, "¿puedo ver tu licencia?"
Mike buscó a tientas su billetera y deslizó la tarjeta para que ella viera: "Uh, claro".
“Bien, lo tienes todo claro; ¿Te gustaría abrir una pestaña?
Un hombre intervino antes de que pudiera responder y, por primera vez, Mike vio bien a la persona sentada a su lado: "Solo agrega lo que él ordene a lo mío, Molly".
