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Te agitaste suavemente mientras dormías, con las cejas fruncidas momentáneamente antes de relajarte cuando comenzaste a despertar. Sentiste una suave presión en tu cadera, abriendo los ojos sólo para encontrarte con los de tus amantes. Las comisuras de sus labios se alzaron en una sonrisa reservada sólo para ti, expresión relajada y llena de adoración.
"Buenos días, guapo", habló suavemente, con una voz aún no acostumbrada a la madrugada. Distraídamente dibujó formas en tu piel cubierta, ocasionalmente tamborileando con su dedo en un ritmo extraño para ti.
"Buenos días", tarareaste. Al igual que él, tus dedos recorrieron su espalda, trazando una de las diversas cicatrices en su piel. Ustedes dos se sumergieron en la presencia del otro, saboreando la calidez y el confort.
Diluc fue quien te sacó del silencio, besándote la frente con cariño. Sonreíste, aunque el sueño seguía pesando sobre tu pecho. Cambió de posición para comenzar a dar besos en tu cara, riéndose suavemente a tu lado. No había una parte de ti que deseara que pudieras cambiar y se aseguró de que lo supieras.
Sus labios presionaron tu frente, tus párpados, la punta de tu nariz, tus mejillas y, finalmente, las tuyas propias. Tu pecho se llenó de una emoción que no podías explicar, una emoción que superó con creces la de la felicidad. Se sentía como si ustedes dos estuvieran nuevamente en el comienzo de su relación: jóvenes amantes llenos de afecto esperando ser compartidos.
Diluc jura que podría besarte mil veces (no, un millón) y que la chispa que siente nunca se perdería.
Reuniendo un poco de energía, se movió para inclinarse encima de ti, separándose solo brevemente antes de conectarlos a los dos una vez más. Profundiza el beso, presionándose un poco más contra ti. Chupa suavemente tu labio inferior y desliza su lengua en tu boca cuando sueltas un gemido silencioso.
Envuelves tus brazos alrededor de su cuello mientras él gira y presiona su lengua contra la tuya. Enredaste los gruesos mechones de su cabello entre tus dedos, peinándolos. Lo sentiste acercar su cuerpo al tuyo, pero se detuvo abruptamente cuando algo firme te rozó. Ambos miraron sus pantalones al unísono, notando la tienda en la entrepierna.
El rostro de Diluc se puso rojo brillante. "Lo-lo siento." Se reclinó y comenzó a salir de la cama arrastrando los pies. "Déjame encargarme de esto..."
Una flor de nerviosismo floreció en tu pecho mientras lo veías caminar hacia la puerta. Te tragaste a la fuerza el nudo en tu garganta antes de llamarlo, levantándote para sentarte.
