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Un sábado por la tarde

Dos pizzas, cinco jueces muy estrictos y un solo ganador. Chan chan chaaan.

Cada uno se sienta con un papel en sus manos, con las manos entrelazadas esperamos la comida y Aaron es el primero que suelta la queja de la tardanza. Amenaza con quitarles un punto, pero entonces Nick se apresura a poner cinco platos, uno al lado del otro. Saca la pizza del horno y la pone en nuestras narices.

Nick había optado por la pizza pepperoni. El clásico de los clásicos. Tenía la masa crujiente y aunque se veía bastante grasosa tenía uña pinta increíble. Un trozo para cada uno y nos comemos el trozo degustando el trocito de cielo que Nick había creado.

—¿Y bien? —pone sus manos en la isla y nosotros, desde el otro lado, escribimos la puntuación con la mayor profesionalidad posible.

Suena un tambor imaginario en mi cabeza y, seguidamente, enseñamos puntuación:
Aaron le ha puesto un 7, Seb un 9, Sadie un 10, Milo un 7 y yo le he puesto un 9.

Podría admitir que el 9 ha sido adrede y que no ha sido ninguna complicación añadida a que Hunter no pueda ganar. La verdad es que me estaba muriendo de ganas por decirle que había perdido, incluso si gana. Tiene que aprender a que la competitividad no llega a ningún lado fuera del campo y quien soy yo para negarme a enseñarle a perder.

Hunter pasa una porción a cada uno. La suya había sido una mezcla de alimentos que no parecía llevar a ningún lado. Había alcachofa, huevo cocido, trozos de jamón cocido... un verdadero desastre. ¿En serio lo había hecho aposta? ¿Le había dejado en bandeja el primer puesto a Nick?

Damos el primer bocado y una explosión de sabor se expande por mi boca. Puedo notar como mis papilas gustativas están bailando de felicidad. Abro los ojos con sorpresa y doy con que todos han tenido la misma expresión que yo. Ha sido un desastre absurdamente delicioso.
Nuestro querido chef se cruza de brazos esperando las notas finales.

Aaron le ha puesto un 9, Seb un 10, Sadie otro 10, Milo un 5 ya que no es muy fan de las alcachofas y yo me quedo mirando a Hunter. Su mandíbula no deja de tensarse a cada segundo que dejo pasar. Repiqueteo el papel en la mesa y, sin decir nada, levanto el papel mostrando mi alucinante 6.

—¿¡Un 6!?

—¿Y quién gana? —Nick mira a todos y agarra su teléfono haciendo las cuentas y medias del jurado, quien espera seguir comiendo los otros trozos de la pizza—No me lo puedo creer.

—¿Qué? —Hunter se apoya en la mesa con una mano y espera a que Nick, y su gran sonrisa, le digan la noticia.

—¡Te he ganado! He sacado un 8,4 y tu un solitario 8. Pobrecito, que te diviertas con Lena, seguro que le das una buena tarde de dolor de cabeza.

—Howland, ten cuidado —Hunter me mira mientras le señala y le quita un trozo de la pizza de pepperoni—. Veamos si está taan buena.

Después de la comida la mitad del equipo está durmiendo en sus habitaciones, Sadie y Seb se habían ido a por un helado al Burger King hace media hora y todavía no habían vuelto y yo estaba medio adormilada viendo las últimas noticias del mundo del baloncesto en la tele. Milo tenía la cara apoyada en una de sus manos que se había convertido en su almohada mientas su baba caía por su barbilla y Hunter está con su portátil sin dejar de teclear desde hace veinte minutos.

Tenia la idea de un sábado totalmente diferente. Estaría en la habitación de la residencia, con alguna película romántica puesta mientras Sadie criticaba cada cosa que los protagonistas dijeran, pero ni siquiera estaba en la residencia y mi compañera posiblemente esté haciendo lo que estaría criticando de los personajes así que no sé qué pensar a estas alturas.

Precavidos sentimentales {Parte 1 ✔️ y 2}Where stories live. Discover now