Un chico difícil

Estar entre las paredes del hospital no es que sea la mejor manera de empezar las vaciones de verano. Nada que tenga que ver con esto lo saben mis compañeros, me hice cargo de que no vieran ni oyeran nada. Ni mensajes, ni llamas... nada.

Si hay algo que me ha enseñado la vida es que muchas veces las personas no se ponen en tu lugar, dicen comentarios hirientes y nadie se para a pensar si todo eso tendrá peso sobre sus hombros o no. Pues sí, me alegra de decir que sí. Obviamente no lo digo por mis compañeros de equipo, pero hay veces que el pasado pesa demasiado y crees que te va a volver a pasar lo mismo una y otra vez.

Aún me acuerdo de esas personas que decían barbaridades a Willow. Por muchas peleas en las que me metí, por muchas visitas al director... daba igual. Nadie se pone en tu lugar. Todos dicen eso mismo, sí, se preocupan, pero en realidad no. ¿Como te vas a poner en la piel de una persona si ni siquiera has sentido algo parecido?

—¿Y qué tal las notas?

—Bien —respondo a mamá sin si quiera mirarla— ¿Tenías que preguntarme ahora?

—Llevo mandándote mensajes semanas y hasta que no te he hablado de esto no me has contestado. Ya no me cuentas nada, no tienes relación conmigo y apenas me miras.

Eso lo dice mirándome, cosa que yo no he hecho desde que he entrado y sé que lo está haciendo por el rabillo del ojo. Y porque es mi madre y literalmente la conozco desde que nací. Eso tiene sentido.

—He visto que os quedasteis a las puertas del campeonato de baloncesto.

—No —cierro los ojos un segundo, algo que me parece eterno—. No me hables de eso. Es en el único sitio donde puedo evitar pensar en esta mierda. Déjame que tenga mi espacio seguro.

—Antes lo era yo —con la voz rota acaba por decir aquello—. ¿Dónde está mi pequeño?

Quisiera contestar. Quisiera decirla todo lo que he pasado y lo que pienso sobre todo esto. Cómo ella trató de sobre protegerme y después caí en un vacío del cual no podía comprender nada. De cómo me mintió años y años diciéndome que Willow estaba constantemente en pruebas, en médicos... años diciéndome que ella estaba bien. Todo era mentira.

Finalmente el doctor sale al lado de mamá y me miran a la vez. Me levanto de la asiento y los nervios se apoderan de mis manos, cosa que tengo que aprender a controlar porque en verano no hay bolsillos donde esconderlas.

Mamá se adelanta y el doctor y ella hablan de algo que no llego a escuchar, solo sé que ha sido muy rápido y que vuelve mamá de vuelta con cara apenada.

—Hijo...

—Dilo —contra más se lo piense más doloroso será y no soy capaz de soportarlo—. Solo dilo y ya está.

—Ha tenido suerte —sus ojos se llenan de lágrimas y sonríe—. Ha estado a punto, pero... está bien. Está estable.

La última vez que escuché eso vi a mamá días después llorando, hablando de lo cerca que había estado. No sé porque siento que esta vez será diferente.

Un suspiro hace que todo el aire que he contenido en mis pulmones sea expulsado por completo.

—Está... está despierta —vuelve a decir.

—¿Qué? —el corazón se me encoge un poco a ver cómo esto nos afecta tanto. Ella asiente con la cabeza— ¿Puedo entrar a verla?

Vuelve a afirmar y se sienta en uno de los asientos donde yo he estado toda la noche esperando respuesta de los médicos.

Precavidos sentimentales {Parte 1 ✔️ y 2}Where stories live. Discover now