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Halloween con H de Hipótesis

—¿Puedes volver a explicarme qué estamos haciendo?

Froto mis ojos tratando de enfocar la cocina y a Hunter feliz sacando las cosas de los armarios y nevera. Eso incluía, leche, huevos, harina, canela, azúcar y boles donde juntar todo y mezclarlo.

Miro, con pereza, mi teléfono. Eran las 9 de la mañana, nadie estaba despierto, solo nosotros. La idea de Hunter me pareció igual de estupida en su cama y ahora no había cambiado. Quiere hacer galletas. Galletas. En fin. Lo repito para intentar admitir que estamos ya en ello.

—Quiero llevar algo a la fiesta. Ya que estos idiotas no me dejan que lo pague pues...

Apoyo mis manos en la isla y dejo caer la cabeza hasta ellas. Parpadeo lentamente cuando él se inclina hasta estar en frente y susurrar.

—¿Seguro que no tienes sueño?

Asiento.
No tengo sueño, tengo pereza. Es diferente.

Por su parte tampoco parece especialmente animado, sobre todo con esos giros lentos del cuello. Parece que no ha dormido muy bien.

—¿Te duele? —niega con la cabeza, se queda leyendo la receta una y otra vez— ¿Qué hay que hacer?

Se pone a recitar todo el proceso desde hacer la masa a la cocción de las galletas y después el dichoso frostin. Muchos pasos, muchas formas de que salga mal.

Según Hunter, todo es sencillo. No tiene por qué complicarse, pero él no sabe que yo tengo cero confianza en mí y en la cocina. Jamás en mi vida he vuelto a cocinar desde que mamá me lo prohibió después de casi quemar la cocina por culpa de una pizza chamuscada en el horno. Pequeños detalles que no se dicen cuando conoces a alguien.

Empiezo a remover la masa cuando Hunter se mete por medio con la bolsa de azúcar medio abierta. Lo miro cautelosa, él camina de un lado para otro guardando cosas y haciendo otras.

Tenía el brazo cargado de tanto remover y me ausenté al baño con intención de hacer mis lindas necesidades a parte de descansar el brazo. Al momento que abro el grifo para lavarme las manos se escucha un golpetazo. Mis ojos salen disparados hasta la cocina y a el precioso charco de granitos de azúcar. Entre los muebles sale Hunter, con la cabeza llena de azúcar y con la mano frotándose el culo a la par que su cara decía todo.

Me acerco forzándome por no estallar en risas cuando suelte cualquier palabra.

—¿Te has caído? —contén la risa, conténla.

—No... me he tirado por gusto.

Vale, la misión ha fallado. Me parto de risa cuando maldice al suelo y me siento en la silla de la isla cuando veo como recoge cada granito de azúcar con sus dientes apretados. Yo abría ayudado, de verdad que sí, pero él me insistió en que no hiciera nada.

—Cómo te caigas tú será la gota que calma el vaso, así que quédate ahí —eso dijo. Yo no me voy a oponer a sus órdenes.

Por las escaleras aparece Aaron, le señala sin decir nada y Hunter masculla entre dientes palabra por palabra.

—No digas nada.

Aaron me mira, yo ya estaba riéndome para que voy a esconderme. Alza su comisura y se sienta a mi lado. Empieza a ver redes sociales y yo me quedo viendo a Hunter. Poca conversación, aunque de vez en cuando me enseña memes.

Una vez el suelo estaba libre de cualquier mina explosiva con la que volver a caer, me lanza una mirada indicando que esté a su lado y me levanto con energía. Me ofrece la oportunidad de mirar según pone cada masita de forma circular mientras yo pongo más chispas de chocolate por encima y, seguidamente, las metemos al horno.

Precavidos sentimentales {Parte 1 ✔️ y 2}Where stories live. Discover now