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¿Sueño adolescente?
Mejor digamos pesadilla

Hace 4 años.

—Lena —fue lo primero dijo al abrir la puerta, estaba semidesnudo, con un cigarro en la boca y apestaba a alcohol, algo que no me parecía extraño porque era su fragancia— ¿Qué haces aquí?

El sonido desde fuera era obvio. La música alta, el humo que salía levemente por encima de la puerta, el retumbar de todas las voces concentradas en una casa demasiado pequeña... Había olvidado como se sentía esta realidad.

Después me fijé en su aspecto. Tenía las ojeras pronunciadas, el pelo revuelto como la primera vez que le conocí y un aspecto cansado, como si no hubiera dormido en días. Y es que hacía tiempo que no le veía, no sabía nada de él y mucho menos habíamos hablado. Así que cuando vi aquel mensaje no pude dejarlo pasar.

Tragué saliva y señalé mi teléfono y los mensajes que me habían llegado hace veinte minutos, que era lo que tardaba en ir en coche desde mi casa a la suya. Liam vivía solo, aunque su piso siempre estuviera lleno de gente, algo de lo que él siempre fardaba.

Hace un pequeño repaso a mi vestimenta, no pareció gustarle porque arrugó la nariz en un singo que ya me conocía de memoria. Dio una calada al cigarro que sostenía con dos de sus dedos y seguidamente soltó:

—No pensaba que fueras a llegar tan rápido. Sí que te importo entonces, incluso después de todo este tiempo, ¿eh?

Soltó el humo en mi cara y, sin nada más que agregar, pasó a dentro sin esperar a que contestara, es más, me dejó con las palabras en la boca. Fui detrás de él hasta notar como el olor de la marihuana se metía en mis fosas nasales.

Su casa era amplia, pagada con los ahorros que su padre le habían guardado para la universidad que ahora se estaban gastando en drogas. La moqueta lucía de un color crudo poco agradable y el sofá estaba descolocado de su sitio habitual marcado por la ligera línea de suciedad. La televisión estaba encendida aunque nadie la estaba prestando atención y el humo que se quedaba en el ambiente hacía que todo se viera borroso. Mis ojos se tuvieron que entrecerrar para adaptarse.

Liam se sentó dejando caer todo su peso en el sofá que aún tenía migas de lo que hubiera comido aquel día mientras los demás se quedaron mirándome con semblantes tranquilos, casi adormilados. Fue la risa de un chico la que me hizo cambiar la dirección de mi atención.

—¿Y qué hace ella aquí? —una chica salió de su cuarto, con el sujetador a medio poner y con su barbilla con restos de labial rojo.

Miré a Liam, él no tenía labial en la cara, solo en cierta parte de su cuello, apenas se notaba.

Otro de los chicos, que me había fijado que tenía la bragueta bajada y una sonrisa tontorrona según la vio pasar a su lado con el pelo revuelto soltando el típico hedor de una persona que recién acaba de tener sexo. Podría imaginarme dónde estaba el resto del labial de esa chica. Tampoco quería pensarlo mucho para que la bilis no se concentrara es en mi garganta.

Volviendo a Liam, se veía ocupado rotando varias miradas entre las dos, como si estuviera midiendo quién estaba más buena, quien tenía el mejor cuerpo, que había entre las dos que pudiera llamarle la atención... podría estar pensando todo eso y me seguiría juzgando por no ser como ella.

—¿Respondes? —amenaza con su voz, ronca, cansada y afeminada.

La chica, que no sabía de su existencia hasta hace cinco segundos agarró una bebida, se la echó a la boca dejando sus labios húmedos y sentándose al lado de Liam. Ella había soltado la pregunta de esa manera tan peculiar y él no dijo nada.

Precavidos sentimentales {Parte 1 ✔️ y 2}Where stories live. Discover now