Doble o nada
Ese es el acuerdo

El sonido del silbato retumba por las paredes del gimnasio y miro a Milo quien también le ha jodido el estruendoso sonido. Jamás volveremos a usar ese aparato.

Tres chicos. Esos son los que se han presentado a las pruebas.

Creí que tras la ida de Lance y sus perros falderos iban a ver más candidatos, pero... no.

Estuvimos toda esta semana mencionándolo en redes sociales, dejamos diferentes tipos de publicidad en los tablones de anuncios de la uni e incluso pedimos a una chica, Grace, que trabaja en la radio de la universidad para que lo dijera en varias ocasiones a cambio de cien pavos.

Ahora mismo me siento estafado, Grace.

Un chico rubio alto y con grandes músculos es el primero en hacer la prueba. No es que se mueva mal por la pista, pero... he visto mejores. Sí que es verdad que le hemos explicado varias cosas para que mejore el tiro y lo ha clavado todo, pero queremos estar seguros.

También digo, muchas opciones no tenemos.

El siguiente en hacer la prueba es un chico delgaducho, sin nada que destacar. Es... joder, es muy malo.

Y el tercero es nada más y nada menos que el típico gracioso que palabras textuales suyas "está ahí porque perdió una apuesta". En fin, al menos este sabe lo que hace y se maneja bien en la pista.

Bien. Ese ha sido el magnífico espectáculo. Ahora toca decidir.

—El último chico no era malo del todo y el rubio... tiene potencial —Milo me enseña las pequeñas notas que ha hecho en un papel donde había puesto los nombres de cada uno:

El rubio, Nick Howland.
El delgaducho, Harvey Richardson.
El gracioso, Sebastian Young.

—De todas maneras deberíamos buscar suplentes, sabes que soy propenso a caerme —suelta una pequeña risa mientras comento eso último tratando de recopilar sus nombres en mi cabeza.

—Lo sé, pero mientras los suplentes llegan ellos nos hacen todo un equipo.

En eso tiene razón.

—¡Bien! Me alegra decir que todos habéis entrado en el equipo —los grillos harían más ruido que ellos, ni siquiera parecen emocionados, bueno el rubio quizá algo—. ¿Algo que queráis decir?

El delgaducho levanta la mano. Milo le concede el turno de palabra.

—¿Cuando son las fiestas?

Alzo las cejas y una risa se me escapa. Pues sí que empezamos bien.

—Las fiestas llegarán cuando te lo ganes, eh... Richardson —el capitán suelta tal suspiro que los demás se miran entre ellos—. Los primeros entrenamientos empiezan dentro de dos días. Podéis iros.

El ambiente está tenso, tanto que yo mismo siento los nervios de Milo. La última vez que hablamos sobre que él fuera el capitán ya lo tenía medianamente asumido, pero viéndole así creo que no le vendría mal un cable.

—No. —Me posiciono en frente y los observo—. Vamos a jugar.

Al rubio le sale una amplia sonrisa y me apresuro a tomar uno de los balones que hay tirados por la cancha. El gracioso le sigue y se posiciona en posición de defensa.

Boto la pelota con paciencia hasta que veo el hueco por donde Milo agarra el balón y esquiva al delgaducho que se queda parado cual poste de luz y deja que mi compañero enceste.

—¿Eso ofrecéis? —enfadar a quienes serán mis compañeros no es buena idea, pero llámalo estrategia— Vamos, joder, demostrad lo que tenéis.

Una hora después estamos con las gotas de sudor empapando la camiseta improvisada del equipo. Sebastian y Nick se han empezado a compenetrar en los ataques, alguna que otra ha entrado y Milo y yo estamos impresionados. En pocas horas han aprendido a ser compañeros.

Precavidos sentimentales {Parte 1 ✔️ y 2}Where stories live. Discover now