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Los sueños siempre serán sueños,
pequeña Lena

—Pues yo creo que el color rosa te quedaría bien.

La conversación entre Sadie y Rodrigo es tan original como rara, les describe perfectamente. Desde hace veinte minutos estoy sentada en la cama, con las piernas recogidas y escribiendo en el ordenador tratando de entender por qué están discutiendo sobre qué color le pega más a mi primo, en realidad la única que está discutiendo es Sadie porque él no es que diga gran cosa. En todo este tiempo he llegado a la conclusión de que el color de Rodrigo es el negro (le define tanto por dentro como por fuera), aunque Sadie se ha empeñado a descubrir colores ocultos en su alma (pobrecita, cree que hay algún otro).

—No.

—No lo has probado, si quieres te hago un nuevo look con ropa de por aquí —se levanta de su cama y empieza a rebuscar en el armario—. Te quedará increíble.

Sigo con los ojos sus movimientos sin decir ni pío, no quería involucrarme en el show que estaba ocurriendo en plena habitación.

—No.

—¡Una sudadera naranja!

—No.

—¡Un jersey de...

—No.

—¿Alguna vez dices otra cosa? —hace una mueca y sonrío detrás de la pantalla, ninguno de los dos me está poniendo atención así que no tengo que esconderme.

—Sí.

—Vaya, la alegría de la huerta. Vamos, levántate, que vas a llevar algo que resalte tu maravillosa sonrisa —canturrea irónicamente sacando más sudaderas y chaquetas.

A los diez minutos apago el ordenador y visualizo, delante de mí, a mi amiga vistiendo a un maniquí inmóvil completamente lleno de ropa colocada de una manera poco convencional. Es como si hubiera habido un apagón y hubiera tirado la ropa encima suya y él se hubiera quedado ahí, quieto, esperando la tortura. Su cara era de tortura.

Suelto una carcajada al ver los ojos cansados de Rodrigo y la sonrisa resplandeciente y maniática de Sadie. Parecía ese programa de la tele donde hacen un cambio igual de espectacular como ridículo a diferentes personas. Todo un cuadro.

—¡Y... listo!

—Es muy original —agrego a su creación.

—La vida se basa en destacar.

—O ni haber querer nacido —escupe su cobaya.

—¡No digas eso! ¡Estás genial!

—Parezco un payaso.

—¿¡Qué!? No puedes insultar mi obra y quedarte ahí con mi arte puesto. ¡Mírate en el espejo y dime que te parece desde otra perspectiva!

Mi querido primo se mira en el reflejo del espejo del cuarto. Sale y se queda mirándome igual que Miércoles Addams haría y pregunta:

—¿Puedo arrancarme ya los ojos?

—Pobrecita, solo quiere ayudarte.

—Me va a ayudar a tener depresión.

Sadie suelta un grito ahogado haciendo que ambos la miremos, no se veía molesta, es más, sé que le está haciendo gracia por su tono sarcástico al mencionar que la miel no está hecha para la boca del asno. A saber de dónde ha sacado eso que provocó que Rodrigo dijera:

—¿Entonces me lo vas a quitar?

Sadie acepta con falsa frustración aunque no puedo decir lo mismo con Rodrigo porque por primera vez me ha parecido ver una sonrisilla ladeada, esa que ni siquiera se ve, pero que ahí está. Después de quitarle varias prendas se queda estática y vuelve a mirarme, a saber que quería decirme con esos ojos entrecerrados y sonrisa malvada, pues de repente se vuelve a mi primo y de una sola sentada dice:

Precavidos sentimentales {Parte 1 ✔️ y 2}Where stories live. Discover now