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¡Bienvenido a la nueva etapa
"Queriendo tener estabilidad emocional "!

—¿Has vuelto a "coger prestado" mi abrigo?

—No, ¿por qué? —responde mi compañera de cuarto, esa que coge prestado mi ordenador, mi ropa y algunos de mis libros de texto. Aun así sé que si lo hubiera cogido me lo diría sin problema así que supongo que no lo ha tomado prestado. Sus hombros cansados y mirada despreocupada lo confirman.

—Genial, he perdido un abrigo. Es oficial lo que decía mi madre, la necesito para que encuentre todo.

—Creo que diciendo la frase "como vaya y lo encuentre" podrían encontrar hasta la Atlántida.

—Tenemos pruebas así que dudas tampoco.

—¿Te lo dejaste en la casa de los chicos?

—No, no creo. Llevo tiempo sin ir.

Todo es culpa de las entregas de trabajos a última hora y exámenes inesperados que no apunté en la agenda. Además Mark quería terminar un lego de Star Wars y quería ayudarle para poder presumir delante de Hunter, cosa que no ha pasado porque apenas nos hemos visto y en los entrenamientos no hay mucho margen para hablar de otra cosa que no sea baloncesto y de los partidos que se acercan.

—Espero que los muchachos jueguen increíble, tengo toda la confianza en ti. —eso fue lo que me dijo en el entrador hace una semana, cuando dieron las fechas de los primeros partidos.

El primero es el 15 de enero, contra otro equipo local. Cuando lo comenté a los chicos se pusieron eufóricos, aunque contra más se va acercando la fecha la tensión se va notando en sus cuerpecitos, los entrenamientos los estamos endureciendo poco a poco y ellos sientes la presión de estar en una cancha con el objetivo de ganar a otro equipo.

Cuando yo era pequeña mi mayor presión era no decapitar a mis muñecas por gestos bruscos y míralos a ellos, entrenando duro y esforzándose al máximo por cumplir ciertas expectativas que aún estoy dudando si soy buenas para la salud mental.

Lo cierto es que cuando estuvimos Hunter y yo en una misma pista de baloncesto no creía que pudiéramos tener nada en común, ni siquiera que pudiéramos complementar al otro. Sinceramente pensaba que éramos como el agua y el aceite. ¿Quién diría que al final nos llevaríamos bien y que la combinación de ambos fuera la clave del éxito para esos niños? Pues yo no, al menos al principio.

—¿Y a dónde vas con tanta prisa?

—Pues tengo entrenamiento y después me gustaría ir al centro comercial.

A Sadie le brillan los ojos cuando pronuncio centro comercial siempre que lo digo así que no es extraño que haya soltado ese gritito.
Me recojo el pelo en una coleta alta y echo la mochila de deporte al hombro. Miro de reojo el cuarto buscando el dichoso abrigo, sin resultado, y, cuando cierro la puerta y comienzo a andar escucho a la puerta abrirse.

—¿Sabes que si tuvieras carnet podrías ir calentita a todos los sitios? ¡Piénsalo! —Sadie me grita por el pasillo de la residencia.

Saco mi dedo corazón dándome la vuelta y despareciendo por las escaleras. No puedo creer que realmente me esté replanteando sacarme el maldito carnet de conducir, solo lo haría para que se callasen porque no hay día que pase cualquier cosa y todos salten con un:

"Si tuvieras coche podrías estar allí en cinco minutos", "Con coche no tendrías que ir en autobús.", "¿Sabes que las autoescuelas están de oferta?"

Me tienen un poquito hasta las narices. Mamá ya intentó que me sacara el carnet de conducir cuando aún estaba en casa. Intento fallido, como veis.

En el vestíbulo me encuentro con una cara conocida, Astrid, estaba peleándose con la mujer de la recepción y hubieran salido corriendo si no hubiera sido porque aquella mujer me detuvo con otro de sus gritos y movimientos agitados. Hablan deprisa, demasiado, y la hermana de Sadie tenía los brazos cruzados y un gesto de niña pequeña enfurruñada. Podría haber sido adorable en cualquier otro momento, pero cuando veo entre sus manos un paquete de tabaco ya empiezo a entender por qué la señora estaba echándola la bronca.

Precavidos sentimentales {Parte 1 ✔️ y 2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora