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Un comienzo,
sea grande o pequeño,
sigue siendo un comienzo

Abro la puerta de la habitación, la luz está apagada y apenas se puede distinguir su rostro entre la oscuridad y la pantalla del ordenador. Hay algo que sí puedo notar, su sonrisa nada más verme junto a la puerta.

—¿Me vas a matar?

—Sí.

—Joder, ni siquiera te lo has pensado.

—¿Por qué iba a pensarlo? Te mato y ya.

—Vale, pero hazlo con cariño.

—Habrá de todo menos cariño.

Me tumbo en su cama, él me mira desde el escritorio quitándose la capucha que tapaba sensiblemente sus ojos.

Dejo caer todo el peso y acabó acurrucada junto a su almohada. Me gusta su habitación, su cama es más amplia que la mía, hay más espacio y huele a Hunter. Eso es lo mejor.

Se acerca a mi lado encendiendo antes una lámpara pequeña que tiene. Me sobresalto cuando le veo el hinchazón de su mejilla a la vez que su color violáceo. ¿Cómo cojones se había caído para tener así la cara?

—Estás fatal —me río provocando que hunda sus cejas y me de un pequeño pellizco en la pierna.

—¿Te ríes de mis desgracias?

—Lo siento, es que tuvo que ser de película.

—Fue doloroso —roza sus dedos con la mejilla soltando un áspero quejido—. Aunque Seb y Sadie también se rieron y si con ellos no me he enfadado no lo haré contigo.

Me imagino como tuvo que ser, inesperado y lleno de risas hasta que se dieron cuenta de la situación. He visto como es Sadie conmigo cuando se preocupa, es tierna y cuidadosa, pero con Hunter es como la madre que te dice "cuidado te vas a caer", te caes y encima te pega después.

Por fin apoya su espalda en el colchón y suelta el aire por la nariz siendo lo único que se escucha en la habitación y alrededores.

—¿Puedo decirte algo? —hace ese sonido de afirmación y continúo—. ¿Te acuerdas aquella vez que me preguntaste si había jugado a baloncesto? Pues sí, antes me encantaba, era de mis deportes favoritos. Pero un día me caí y me rompí el cúbito. Fue tan horrible que no volví a jugar por miedo a que me pasara lo mismo.

—¿Pisaste el balón?

—Pise mis cordones desatados —elevo las comisuras—. Ahora entiendo porqué tienes un pato colgando del retrovisor. Yo también debería tener uno.

—Dos patosos, ¿eh? El cojo y la manca.

—¡Oye! ¡Solo yo puedo reírme de eso!

Nos reímos al unísono hasta que la risa cede de manera natural y nos quedamos otra vez en ese silencio donde no parecía correr el tiempo. Es como si se mantuviera ese instante, sin cambios, sin forzar nada, es tan maravilloso ese momento.

—¿Qué tal fue la comida?

—Fue.

—Genial —volteo la cabeza mirándolo, mantiene sus ojos en el techo aunque veo la punta de la nariz asomándose por el borde de la capucha— ¿Entonces no vas a ir a la boda?

Precavidos sentimentales {Parte 1 ✔️ y 2}Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon