La palabra del jurado

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Desde que llega a casa lo primero que hace es irse a dormir de lo cansado que estaba, no tenía ganas de que amaneciera nunca, quería dormir por un año de lo cansado que se sentía no se imaginaba que en tan solo un día fuesen a pasar tantas cosas; así que, desde que su cuerpo toca el colchón en el que él duerme siente como cae de inmediato en el mundo del ensueño. Sus músculos se relajan y toda se tensión que estuvo llevando tanto en su espalda alta como media fue como si se evaporara, o nunca hubiese estado, sus brazos a cada lado de su cabeza y la mitad de su rostro se hunde en el almohadón haciendo un tanto más cómodo su descanso. La habitación se encuentra completamente sumergido a oscuras, como si durmiera en una cueva solo, mientras la noche pasa con una fría lentitud...

—¿Adónde vas con esas maletas? —Waller a penas llegaba del trabajo muy cansado por el fracaso que tuvo ...

—¡Waller! 

El mentado no escucha la voz de Santos llamándolo a lo lejos al quedar congelado con las palabras del Sr. Millet grabadas en su memoria: "»Lo siento Frederick, en serio, pero no puedo hacer nada son órdenes enviada de arriba. No creen que puedas hacer tu trabajo con el caos que es tu vida ahora mismo —pausa para verle con pena—. Dicen que te tomes unos meses libres, al menos hasta que te sientas mejor...

—¿De verdad que ahora mismo necesito vacaciones? Usted sabe muy bien que me siento bien trabajando, es lo que me ayuda a estar bien; distraído de todo. No necesito vacaciones, me dieron de baja por haber golpeado a ese idiota cuando se lo merecía, mientras huía empujo a una señora y casi la atropellan. Se lo merecía, le dije que estaba acorralado que no tenía sentido huir y me castigaron por eso ¿También me darán de baja por algo en el que no tengo el control.

Millet pone una cara de pena ante su situación sin saber qué decirle.

—Hijo, yo...

—Usted sabe que yo nunca le he pedido nada señor, pero por está vez... —Waller hace pausa para verle con suplica. Él le ve con pena y con ruego también de que no lo ponga esa situación— ayudeme, no quiero perder esto, sabe cuánto significa para mí.

—Lo sé, en serio... pero no puedo hacer nada. No puedo, ya lo decidieron. Perdón, pero no me escucharon 

Él solo traga saliva y sale de la oficina de Millet con los dientes apretados de la decepción e impotencia que sentía. No le dejaron ninguna alternativa, solo quieren que tomes sus cosas y se largue.

—¡Waller!

Él no la escucha solo se queda pensando en lo sucedido en la oficina de donde salió con un enojo de los mil demonios. Quería retroceder entre su pasos que si podía intentarlo otra vez o pedirles una reunión para él poder presentarse ante ellos y pedirles que le den una oportunidad porque él no se quiere rendir tan fácil, ama su trabajo, ama lo que él hacer y no quiere irse, no, no quiere. Menos sin necesidad, pensaba, menos cuando no estaba dispuesto a renunciar a vivir, a seguir buscando su hija porque habían confiado a unos expertos en su busca, varias patrullas en el aire buscaron hasta dentro de las casas de las personas que le deseaban la muerte por haber metido a algún miembro de su familia en la casa.

—Waller... ¿Estás bien? —Vuelve a hablarle la detective Santos.

—No —la ve con los ojos enrojecidos y el rostro en sí—. No porque en esta tarde mi esposa me empieza a exigir el divorcio ante un juez.

—Lo-Lo siento... —ella lo ve con genuina tristeza aunque no le desagrada en sí que Maggie se fuera a separar de él. 

Respira estrepitosamente —No, no estoy bien... Millet me acaba de echar de la empresa.

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