Capitulo 8 ESPERANZAS

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Capitulo 8

                                                           

ESPERANZAS


El más terrible de los sentimientos, es el sentimiento de tener la esperanza perdida.

Federico García Lorca


Hernán caminaba dando saltos hacia la facultad de medicina, esperaba encontrarse a su novia por allí ya que necesitaba un favor de ella, saludo a un par de chicas con encanto antes de ver a unos no muy agradables conocidos a pasos de distancia e incomodarse en el acto. Desde chico había tenido ciertos problemas con determinados vicios que cada tanto le traían aquellos líos... pero con Stefani de su lado, ya no le preocupaban tanto.

Karina examinaba el cadáver delante de ella con indiferencia mirando la hora cada tanto, el día había pasado sorprendentemente rápido y su jornada laboral estaba por extinguirse, miro con desinterés aquel cuerpo empezando a escribir los últimos pormenores en su informe, la vida humana consideraba ella era algo tan efímero.... Cubrió el cuerpo con la sábana blanca girándose con calma.

Sus pensamientos en ese momento estaban orientados hacia aquella exquisita jovencita que tenía su interés en pleno, tan joven y se negaba a vivir, le parecía algo tan fuera de lo normal que alguien de la edad de aquella joven se negara a disfrutar los placeres de la vida. Aquella chica parecía tener la fuerza interna de un enorme volcán contenida en su interior, una mente sagaz, un intelecto exquisito y una sensualidad natural. Y sin embargo se limitaba por algo llamado amor, amistad y bondad, rio quedamente mirando los cadáveres a su alrededor, la mayoría de esas personas habían tenido eso y ¿Les había servido de algo?, al final acabaron muertos, quizás solos y sin saber realmente lo que era vivir...

Ella no permitiría que Andrea continuara sufriendo por un amor no correspondido, velando por amigas que no le valoraban, desperdiciando sus capacidades y pasiones, le enseñaría a celebrar la vida, a disfrutar cada placer que le regalara, claro cada uno lo disfrutaría con ella rio quedamente porque obviamente primero le enseñaría a disfrutar adecuadamente a su cuerpo.

Stefani termino su oración mirando fijamente el crucifijo delante de ella mientras su mano derecha escondía de nuevo entre sus ropas aquel hermoso rosario de oro herencia de su madre, sentía una intranquilidad creciente dentro de ella y esa iglesia le llenaba de paz. Su formación en el sentido espiritual había sido muy rica gracias a su abuela, padre y madre, era a fin de cuentas lo que le había llevado a ella y su hermano a tener fortaleza cuando su familia entera desapareció en un atentado durante un viaje de negocios de su padre.

Recordaba tener nueve años y estar en aquella iglesia rezando cuando su hermano de dieciséis se había arrodillado a su lado con lágrimas en los ojos, no tuvo que preguntar nada en el alma sentía la intensidad de la pérdida; ¿Por qué? Un apellido prestigioso, una enorme fortuna, y un mal movimiento de negocios por parte de su padre, un apoyo a quien no debía ser apoyado... demasiada bondad, eso había dicho el oficial de policía cuando ella estaba sentada en la mansión al lado de su hermano, ser muy bueno y bondadoso le había costado la vida a su padres fue cuando su hermano se levanto con decisión a su lado "Entonces nosotros seremos igual de buenos con la ayuda de Dios" , lo miro como si fuera su héroe aquel día y aun seguía siéndolo porque en todo discurso, regaño o conversación que su hermano le dirigía el amor reinaba en cada palabra.

Se encamino hacia la salida cada uno de sus pasos reflejaba seguridad, todo su dolor e intranquilidad había desaparecido luego de una mañana de oración que le permitió calmar sus inquietudes, se detuvo en la salida mirando de izquierda a derecha, aunque nunca los veía podía sentir los ojos fijos de sus guardianes clavados en ella, bajo las escaleras a paso firme y sin temor alguno. Tenía sus próximos movimientos estructurados en su mente, cada uno de aquel día desde esa mañana que aquellas dos bofetadas habían sido descargadas en su cara.

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