Capítulo especial: Una mente criminal

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Todavía recuerdo cuando me gradué de la preparatoria, esa escuela estaba dividida en dos, los chicos pijos, llenos de dinero y con familias involucradas en la política del estado y el grupo de desadaptados, aquellos que vivían en los barrios pobres de Nueva Jersey y estudiaban allí por un acuerdo institucional.


Demás está decir que, aunque pertenecía al primer grupo, mis hábitos y vicios harían palidecer al más adicto de los chicos del grupo de los desadaptados.

Cuando llegó la hora de hacer el anuario escolar, los chicos de familias acomodadas dejaron por fuera a propósito a los chicos pobres y estos, en venganza decidieron hacer un anuario escolar aparte.

En el anuario oficial, me nombraron como «el más propenso a cambiar el mundo», mientras que en el anuario alternativo, me etiquetaron como «el más propenso a convertirse en asesino»...

¡Quién lo diría, diecisiete años después me convertí en ambos!

Luego de graduarme del instituto, mis vicios y problemas no disminuyeron, al contrario, solo se incrementaban, era la oveja negra de la familia, mis padres no podían controlarme, me internaron en varias clínicas de rehabilitación en múltiples ocasiones y yo me escapaba, estaba completamente fuera de control.

Siete años después, cuando cumplí los veinticinco, mi padre me echó de su casa, ese imbécil se creía mejor que yo solo por ser un senador importante y decía que no quería que yo me convirtiera en un mal ejemplo para mi hermano... lo que él no quería asumir era que el único culpable de que yo fuese de esta forma era él, puesto que, cuando era niño, mi padre golpeaba todas las noches a mi madre e incluso en una oportunidad llegó a prostituirla con unos compañeros de trabajo solo para obtener dinero para comprar sus drogas.

Tal vez mi padre pensó que tirarme a la calle era lo correcto, quizás su atrofiada mente le hacía creer que eso sería suficiente para que yo enderezara mi camino... está claro que se equivocó y en grande.

Comencé a vagar por las calles, cometiendo pequeños delitos, traficando y consumiendo drogas. Mi vida se convirtió en un paraíso lleno de sexo, drogas y rock and roll... hasta que un día la conocí a ella.

Se hacía llamar Pope, tenía diecisiete años y toda su vida había vivido en la calle. La conocí una noche en que unos sujetos llegaron al callejón donde ella vivía y la violaron y robaron todas sus pertenencias. Ella lloraba desconsoladamente y eso hizo que me acercara inconscientemente hacia donde se encontraba.

—¿Qué te sucede, preciosa?, ¿por qué estás llorando?

—Unos idiotas vinieron para acá, abusaron de mi y se llevaron todo lo que tenía ¡se llevaron hasta el pedazo de cartón con el que me arropaba y mi mechero de crack!

La miré a los ojos, era hermosa. Su cabello era negro y ondulado, su cara estaba llena de pecas pero, lo más impresionante de ella eran sus ojos; unos increíbles ojos miel.

—Si quieres, puedo llevarte a mi departamento, no es muy grande pero hay comida y agua caliente...

—¿Tienes crack? —me interrumpió, ansiosa—. No es que no me guste la idea de darme un baño y comer algo, pero la verdad es que, hermano, necesito una dosis.

Su aspecto en ese momento había cambiado, sus gestos y los dientes que le faltaban eran una clara señal de que esta chica era un alma perdida en medio de los vicios.

—Tengo todo lo que necesitas, cariño —le tomé la mano, haciendo que se levantará del piso—. Mi nombre es Josh, ¿Cuál es el tuyo?

—Todos me conocen como Pope.

Vida en Línea (En edición) ©Onde histórias criam vida. Descubra agora