Capítulo XXXII

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CAPÍTULO RE-SUBIDO

Todo el camino a la central de autobuses, Lily lo hizo llorando, llorando y recordando cada momento que había vivido con Peter; desde la ocasión en que pasaron por una tienda infantil y se pusieron a ver los juguetes y accesorios para bebés, hablando como si de hecho ella estuviera embarazada, todo con la finalidad de burlarse de la reacción de una vecina chismosa que no hacía nada más que inventar historias sobre ellos y que les había seguido hacia ese lugar, la ocasión en que él decidió acampar con ella en el jardín de su casa para poder ver juntos el amanecer, la búsqueda de departamentos en Chicago por Internet que ambos hicieron de los cuales a él no le gustó ninguno, todas las veces en que él se quedó despierto, preocupado porque ella no lograba conciliar el sueño, en fin, tantas cosas que vivieron juntos y que ahora ya no eran más que recuerdos.

—¿Cuando sale el próximo autobús a Ohio? —Preguntó la castaña en cuanto llegó a la taquilla del terminal.

—El próximo autobús sale en dos horas, ¿cuántos pasajes quiere?

—Queremos dos pasajes.

La castaña no pudo responder, una grave voz masculina y que reconocería aunque tuviera Alzheimer se adelantó a ella, tendiéndole el pago a la encargada de la venta de boletos.

—¿Qué haces aquí? —Preguntó la adolescente sin poder darle crédito a lo que veían sus ojos.

—¿No pensabas que te dejaría ir sin luchar o sí? Preguntó Peter con una de sus típicas sonrisas torcidas.

—Y tú sabes que nada de lo que hagas va a hacer que me quede aquí o me vaya contigo a Chicago, ¿no?

Peter le miró, entrecerrando los ojos.

—¡Terca! —Refunfuñó Peter, como un chiquillo al que no le compran el juguete que quiere.

—¡Necio! —Refutó la castaña.

Se quedaron mirando a los ojos con semblante serio por un instante, hasta que ambos rompieron a reír.

—No te vayas Lil —suplicó el chico cuando se calmó—. Tú y yo sabemos que no quieres hacerlo.

—Sí, lo sé —respondió ella, mordiéndose el labio— pero igual no me puedo quedar, destrozaré tu  mundo y no quiero eso, suficiente tengo con la culpa de haberle roto el corazón a mi mamá...

—Espera —Le interrumpió Wallace, mirando sus ojos con el ceño fruncido— ¿No me digas qué...? Lily, ¿te crees responsable de lo que pasó contigo, tú mamá y Joshua?

Lily no respondió, solo bajó la mirada, triste.

—Cariño —Susurró el chico acariciándole el cabello a su novia—. Nena, tú no tienes la culpa de nada...

—¡Si la tengo! —Espetó la adolescente llorando—. Si la tengo.

Peter abrazó a la muchacha, protegiéndola, cayendo en cuenta de la realidad, no importaba cuánto él la quisiera, no importaba lo mucho que él la amara, ella tenía un gran sentimiento de culpa, igual al que recordaba su hermana sintió la primera vez que les confesó a sus padres la realidad de lo que con su pareja, Joshua, pasaba.

—Lily tú no...

—Shh —le interrumpió la chica de ojos miel— no digas más mi amor, solo bésame y hazme olvidar.

Peter no pudo evitar obedecerle, y sin tomar conciencia de lo que hacía, comenzó a besar a quien él consideraba el amor de su vida con toda la pasión, la devoción y el deseo que pudieron representar sus labios.

Poco a poco y a medida que el beso se intensificaba, las hormonas adolescentes del par de enamorados empezaron una fiesta salvaje.

—Va... vamos al auto de mamá —dijo Peter entre jadeos.

Vida en Línea (En edición) ©Where stories live. Discover now