¿Puedes oír lo que siento?

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¿Puedes oír lo que siento?

Ligeramente, la música aún resonaba en la terraza del departamento. Jimin aún permanecía en su lugar, como una figura melancólica. Su cabeza inclinada y apoyada sobre la mesa, su mirada perdida en algún punto del espacio, mientras sus labios murmuraban vagamente el ritmo de la melodía.

El vaso transparente, medio lleno de alcohol, reflejaba su rostro. Se observó a sí mismo a través de él, como si fuera un espejo que reflejaba no solo su imagen, sino también sus pensamientos más profundos. Se quedó por un momento contemplándose. Luego, tomó el vaso y vació su contenido en su boca, sin reprimirse ante su fuerte sabor. Tosió, sí, pero sus manos buscaron más.

Exploraron a tientas hasta encontrar una botella llena. Una sonrisa tonta se dibujó en su rostro al tomarla y ponerse de pie. Se dirigió al centro de la terraza y comenzó a balancearse torpemente, moviendo los pies y las caderas al compás de la música. Su sonrisa se transformó en risas, que cesaron abruptamente cuando sus ojos se encontraron con la luna brillando en el cielo.

Jimin la miró hipnotizado, extendió las manos como si pudiera tocarla y sostenerla. Al darse cuenta de que era imposible, desorientado, se subió a la barandilla y se impulsó hacia arriba. Logró llegar al borde de la terraza, observando el cielo desde lo más alto, pero ignorando el gran precipicio que se presentaba debajo.

El viento soplaba, agitando suavemente su cabello. Jimin exhaló profundamente como si estuviera agitado por la tormenta de emociones en su interior. Abrió los brazos, como si su alma volara como un ave libre en busca de paz y tranquilidad.

No obstante, aún así, la paz no llegaba a su corazón, y a pesar de luchar con todas sus fuerzas para no mostrar su vulnerabilidad, sus ojos se humedecieron lentamente. Su corazón dolía.

—¿Porque eres tan estúpido?—Se recriminó a sí mismo, lloroso y triste, limpiándose los ojos con su manga. Era tan tonto. Levantó la mirada y le gritó a la luna—¡Eres tan lamentable Park Jimin!—Y no pudo evitar morderse los labios, volviendo a gritar.— ¡Y Suga ya no me importa! ¡Ya no más!¡No me interesa dónde esta, con quién está y cómo está! ¡No da segundas oportunidades, muy bien, al diablo con lo nuestro, que se lo lleve el viento! ¡No me interesa ser amigo de alguien amargado como él! —se quedó sin aliento, con sus ojos enrojecidos y cansados. —Creído y orgulloso, engreído y feo.

—¿Qué rayos estás haciendo allá arriba?

Está voz irrumpió de manera tan inesperada que Jimin se sobresaltó al instante. El susto fue tan impactante que, por un breve momento, sus pies perdieron por completo el equilibrio. En un abrir y cerrar de ojos, su cuerpo se precipitó hacia el abismo.

En un fugaz instante, Jimin vio su destino desplomándose por el borde de aquel precipicio. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, y por una fracción de segundo, su sangre se heló. Sin embargo, de manera inesperada, sintió una fuerza que lo atrajo hacia atrás. La dirección de su caída se transformó, extendiéndose hacia el otro lado, donde Suga lo aguardaba con los brazos abiertos, listo para sostenerlo cuando finalmente descendiera hacia abajo.

Dos cuerpos chocaron contra el suelo con un estruendoso sonido. Todo ocurrió tan rápido que Jimin, abrumado por la intensidad del momento, sintió como si la adrenalina se apoderaba de todo su ser.

Con el cuerpo sobresaltado y el corazón latiendo desbocado, Jimin abrió los ojos y se percató de la presencia de Suga debajo de él. Lo interrogó con gran angustia, exclamando: —¡Hyung! ¡¿Estás bien? ¿Te encuentras bien? ¿Te-te hice daño?!

Suga, con una expresión de sufrimiento, abrió los ojos y murmuró débilmente: —Me estás aplastando.

Jimin se sorprendió y se levantó inmediatamente. —Lo siento—se disculpó desesperadamente. —Lo siento, de verdad, lo siento mucho.

El Mismo Cielo (Yoonmin)Where stories live. Discover now