Cap. 10- Confesiones.

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Entre sus brazos, sintiendo su tranquilo respirar y sus leves caricias dadas en el dorso de su mano con sus pulgares, Emily, se dejó envolver por todo lo que él representaba. 

Cerró sus ojos sintiéndose en el lugar correcto, su corazón así lo sentía, y ahí por siempre quería pertenecer. 

Su mente traicionera la llevó a compararlo con aquel que hace años no veía, pero que su mente se negaba a olvidarlo: ambos eran tan diferente y opuestos.  

Dimitry; fue el primero en muchas cosas y ella ilusamente había creído que lo que había entre ellos era genuino, que era real, pero triste fue darse cuenta de la mentira en la que vivía. 

Él, la llenó de falsas ilusiones, de mentiras, diciendo las palabras justas para hacerla caer en su juego. Para al final destrozar su corazón. Algo que todavía no podía perdonarle, ni perdonarse.

¿Pero qué tan segura estaba de todo ello? La persona que le había confirmado esas cosas que su mente había maquinado en su dolor, no fue precisamente Dimitry, si no su progenitora.  

¿Pero debía creer al final en sus palabras? Eso ya no importaba, habían pasado siete años ya, y él, jamás apareció para justificarse. 

En cambio Patrick; era todo lo que jamás esperó conocer o merecer. Él, se había convertido primero en su amigo sin ninguna otra intención, y eso le sirvió para conocerlo mejor; era divertido, aventurero, confiable, amable y muchos otros adjetivos.

Había cierta pasión en él, y que descubrió la noche que pasaron juntos. Él, no necesitaba mentir ni fingir con ella. Él, era auténtico, aunque sabía que había mucho por saber de él todavía, lo descubriría con el tiempo, cuando la confianza entre ambos se afianzará aún más.

A su mente llegó la cicatriz que surcaba la piel de su pecho y tuvo un fuerte deseo por saber sobre su origen, qué fue lo que lo originó; quería saber muchas cosas de él.  

—El francés es mi idioma materno —inició a decir Emily, llenando el silencio—, no conocía mucho del inglés cuando llegué al orfanato. Fue un poco complicado para las hermanas que pudieran entenderme, tuvieron que recurrir a un intérprete —rio Emily, recordando—. Luego con el tiempo, aprendí el inglés con Sophie, mientras ella aprendía el francés. 

—¿No tenías más familiar que a tu madre? —Quiso saber, Patrick. 

—No… no lo sé —dudó—. Mi madre, ella… por lo poco que recuerdo aún, ¿Ehm?, se fue de su país, o algo así; y terminamos aquí, en este pueblo, solas las dos. Si los tuve, no lo sé, nadie llegó a reclamarme cuándo más los necesité. —dijo un tanto molesta por ello. 

—¿No te gustaría saber si existen, conocerlos? —incentivó. 

—Sería solo por curiosidad, nada más. Ellos ya no me hacen falta. —respondió con vos queda. 

—¿Y tu padre? 

—Pregunta difícil —suspiró profundamente—. ¿Mhm? Nunca lo conocí. No sé ni su nombre siquiera. No recuerdo a mi madre hablarme de él o algo parecido. Tal vez jamás quiso saber ni de ella ni de mi. —concluyó melancólica. 

—Si es así, él se lo pierde. Jamás sabrá la maravillosa mujer en la que su hija se ha convertido. —finalizó besando su cien y provocando en ella, una infinidad de emociones. 

—Creo que hablé mucho hoy de mí, ¿Qué hay de ti? —rebatió.

Era su turno ahora de saber más de él. 

—¿De mí? Hay muchas cosas, rubia. —suspiró Patrick, en consecuencia.  

—¿Cómo cuáles? —musitó cautelosa. 

Contigo, siempre | Mi Luz (libro 2)Where stories live. Discover now