Cap. 12- Confesiones de un alma herida.

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Cubriendo su rostro con sus manos, Emily, intentó acallar su llanto descontrolado. No quería llamar la atención del resto ahí presente y que la vieran en esa situación bochornosa. 

Respiró profundamente para tranquilizarse pero le estaba costando trabajo hacerlo.

Diana, se dio cuenta inmediatamente que algo no andaba bien. De reojo observó a las amigas interactuar y notó el temblor en el cuerpo de Emily, que intentaba ser consolada por Sophie. 

Algo muy grave estaba sucediendo y supo que debían de darle privacidad. Así qué convenció a los niños de salir de la habitación por unos minutos y antes de llegar a la puerta cruzó miradas con Sophie, y ésta solo le agradeció por su prudencia. 

Sophie, observó a Emily, atentamente e intentando procesar en su mente aquellas palabras de su amiga. 

«—Cumpliría seis años este año».  

¿Cómo? ¿Acaso estuvo embarazada y ella nunca lo supo? ¿De quién? ¿Cómo es que pudo ocultar algo así? Y ¿Por qué no se lo confió?  

—Emm.

Emily, aún no se atrevía a mirarla a la cara. Después de tantos años lo había confesado en voz alta. Jamás nadie lo había sabido. Solo ella y el médico que le confirmó que debido al sangrado lo había perdido. 
 

«Después de aquel letargo en el que su mente y cuerpo se encontraba, pudo reaccionar y comprender lo que había sucedido hace pocas horas.  

Había salido corriendo del instituto hacia la casa de verano de Dimitry, cuando escuchó a dos jóvenes conversar, aquellos con los que él siempre de juntaba. Les había escuchado hablar de que él no asistiría a la ceremonia de graduación ya que viajaría de regreso a Rusia esa misma tarde. 

No. Eso no podía ser posible. Él no le había dicho absolutamente nada al respecto. Y no lo creía capaz de irse sin siquiera despedirse de ella. No era posible. 

Justamente ahora cuando los síntomas se habían hecho más presentes en su cuerpo haciéndola consciente de que algo extraño estaba sucediendo dentro de su interior. 

Así que sin perder un minuto más emprendió una maratón hacia la casa de Dimitry. Aquella a la que jamás había entrado, pero qué había visto varias veces cuando solían pasear en la noche sin que nadie se diera cuenta. 

El mareo fue repentino pero trató de tranquilizarse y seguir en la marcha. Había cortado camino por el parque que tenía más aspecto de bosque, lleno de árboles y senderos. 

Cuando llegó de una vez por toda a aquella lujosa casa de verano, la realidad la golpeó cruelmente. Trabajadores de una empresa de mudanzas, cargaban con algunos muebles desde el interior de la casa hacia el camión propio de la empresa. 

¡No! ¡No! ¡No! ¿Dónde estaba, Dimitri? Debía verlo una vez más. Aunque sea una vez más. 

A lo lejos una mujer alta, de cabellos rubios y mirada fría, con el porte propio de una dama de sociedad, divisó a la culpable de adelantar el viaje que estaba programado para finales de año. 

Era bonita, debía admitirlo, mientras sus pasos la acercaban hacia ella cada vez más; pero no estaba a la altura de su hijo, ni de su familia y jamás en su vida, permitiría que esa relación pase a mayores. 

Cuando su hijo le habló de una muchacha que le ayudaba en las clases de literatura, no pensó jamás que salía con ella. Sobretodo en ese instituto, en el que no sólo iban los mejores alumnos de la región, si no también los mejores promedios del orfanato San Sebastián. 

Contigo, siempre | Mi Luz (libro 2)Where stories live. Discover now