Cap. 15- Demonios.

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—Quita esa cara, Patrick —reprendió su amigo al notarlo tan serio—. La señora Ferguson, llegará en menos de diez minutos para que esté al tanto de cómo procederemos en el juicio contra su esposo. Necesita de nuestro profesionalismo. —recordó seriamente.

—Sí, lo sé. —suspiró, Patrick.

Su mente ya volaba a cualquier otro lugar y le era imposible detener sus pensamientos.

—¿Entonces? ¿Qué sucede? —cuestionó Paul, levantando su mirada de los documentos que leía y observándolo cauteloso— Estás muy distraído.

—Cosas… mías. No te preocupes —respondió esquivo—. Volviendo al caso de la señora Ferguson, con la nueva evidencia que nos proporcionó, pone a su marido en un gran aprieto. No le quedará de otra que concederle el divorcio, pero dudo que quiera darle lo que le corresponde por haber estado casada con él por veinticinco años y soportarle tanto. —añadió molesto por lo que significaba eso último.

—Es una de las razones por la cual la señora Ferguson, quiere llevarlo a juicio. Si él no le da lo que por derecho le corresponde, ella lo expondrá ante el mundo como lo que es: un hombre violento con su familia; y créeme eso no le conviene a su carrera política. —comentó Paul, con ironía; le encantaba la idea de exponer a un abusador al criterio público.

—Sí. Una denuncia por maltrato mancha cualquier currículum, sobre todo si quiere ganar las siguientes elecciones para el Parlamento —señaló—. Mi voto no lo tendrá, eso es seguro.

—El mío tampoco. Aunque conociendo su perfil, dará una dura batalla. No dudo de que esté planeando algo para invalidar la palabra de la señora Ferguson. —dijo Paul, pensando en todas las variables que podían llegar a suceder.

—Necesitamos el testimonio de Rosa González. —señaló Patrick, nuevamente. 

—La señora Ferguson, intentó en varias ocasiones comunicarse con ella y nada, la mujer no contesta. —dijo Paul, y pasó su mano por su frente en un gesto frustrado.

—Puede que esté siendo amenazada —especuló, Patrick—. Rosa, es una inmigrante mexicana, con sus papeles al día, pero, puede haber algo más, algo que Kopelman, sabe y lo usa a su favor. —se recostó sobre su silla pensando en sus propias palabras, había una mínima posibilidad en ello.

—Si es así, debemos averiguar qué es. No dejaremos que Kopelman, se salga con la suya.

—Claro que no. El tipo es un completo narcisista con complejos de superioridad y sumado a eso, un machista que goza de golpear a su esposa y cree estar por encima de la ley. Le daremos batalla y sabrá que el poder no lo es todo. No puede excusarse detrás de su cargo político. —aseguró Patrick, con determinación.

—No me equivoqué en pedirte que estuvieras en el caso. —comentó Paul, con cierto orgullo.

—Prácticamente me suplicaste que te hiciera el favor, cómo decirle que no a esa desesperación. –se burló, Patrick.

—¡Oye! No fue así, exagerado. —se quejó Paul, arrojándole un lápiz de su escritorio sobre la cabeza de Patrick, que logró esquivar.

Patrick, río por su comportamiento infantil alivianando un poco su mañana gris.

—Señor, Carter. La señora Ferguson, está aquí. —le anunció su secretaria desde el marco de la puerta que permanecía abierta.

—Hazla pasar. —dijo Paul, arreglando el cuello de su camisa y luciendo fresco y relajado.

—Si, señor, Carter. —dijo retirándose de allí.

—Oye, amigo ¿si vamos a salir esta noche por unos tragos o tienes algo mejor que hacer? —preguntó, Paul.

Contigo, siempre | Mi Luz (libro 2)Where stories live. Discover now