Cap. 22- Dimitry.

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El timbre del ascensor sonó indicando que había llegado a su piso, las puertas se abrieron y descendió de aquella caja de metal, completamente furioso consigo mismo y con las malditas decisiones que tuvo que tomar apenas era mayor de edad. Decisiones que lo llevaron a alejarse de ella para siempre. Para siempre. Estaba seguro que ese fue el precio a pagar.

¿Y todo para qué? ¿¡Para qué maldición!?

Para hacerse cargo del maldito negocio familiar y contraer nupcias con una desahuciada mujer por quién no sentía ni siquiera cariño. ¡Desahuciada!. Que ingenuo fue en creer semejante mentira. Casi seis años de matrimonio y ahí seguía ella; vivita y coleando. Yendo una vez al mes al médico para su chequeo, para después llegar a la casa y lloriquear, al principio con tristeza y ya con el tiempo, con esperanza. Argumentando que un día para el otro el tratamiento estaba comenzando a surtir efecto y que su enfermedad, había comenzado a retroceder.

¡Imbécil, mil veces imbécil!

A sus diecinueve años ya compartía una casa con Dasha Kovalenko. Única heredera de los Kovalenko, quienes habían sido amigos de la familia por décadas. Cuándo su padre le informó a finales de su último año, que estaban en problemas económicos, nunca imaginó que la empresa estaba a punto de irse a la quiebra por malas inversiones que no brindaron frutos más una estafa de alguien cercano. Así qué siendo hijo mayor no le quedó más opción que sacrificarse por el bien de la familia y se ató a una mujer de plástico. Que a pesar de su enfermedad no le importaba derrochar el dinero en viajes, ropa, maquillaje, y darse mimos en algún spa para sobrellevar su delicada salud.

Accedió a los acuerdos, los Kovalenko les brindaba su ayuda amiga, si había matrimonio de por medio con la única hija del matrimonio. Bajo la presión de ver a su familia en la ruina y endeudados hasta el cuello, aceptó sabiendo amargamente lo que perdería.

Esa tarde en la que iba a verse con ella a escondidas de su familia cómo usualmente lo hacía los últimos meses, no imaginó lo que el destino le tenía preparado con saña.

Al bajar las escaleras no pudo ignorar todo el bullicio que había alrededor de la casa y cómo algunos muebles de la sala, los que su madre había hecho traer desde Rusia para poder sentirse más en casa, eran trasladados fuera de la mansión.

Totalmente incrédulo salió de la casa para encontrarse un camión de mudanzas aparcado a unos cuántos metros de allí.

De pie se quedó por varios minutos observando cómo los muebles y algunas maletas eran cargadas dentro del camión. Regresó nuevamente al interior de la casa buscando a su madre para que le diese alguna explicación de aquello.

¿Se mudaban acaso y nadie se había tomado la molestia en decirle absolutamente nada?

El baile de graduación sería dentro de unos días al igual que la ceremonia de graduación. ¿Iban a quitarle ese momento de estudiante? ¡Emily! Debía decirle a Emily.

No alcanzó a cruzar la puerta cuando la voz de su madre lo detuvo en seco.

—¿A dónde vas, cariño? —la voz robótica de su madre, sonó en el vacío de la estancia.

—Daré una vuelta. —dijo sin más.

—Lo lamento, pero, cómo verás nos estamos mudando. El ciclo escolar terminó. —dijo de lo más tranquila.

—Mamá, por si no recuerdas, debo presentar mi último examen —le hizo ver—. Pero ccómo s de esperar, no te interesa ya que ni siquiera me has informado que nos mudamos de nuevo. —dijo con molestia.

—Detalles solamente —le restó importancia con un gesto de su mano—. Y ya hablé con la directora, tienes muy buenas notas y no es necesario un último examen —le hizo ver qué ella siempre estaba pendiente de todo—. Deberías empacar tus cosas, aunque Ágata, debe estar ocupándose de ello.

Contigo, siempre | Mi Luz (libro 2)Where stories live. Discover now