Capítulo especial - Fiesta universitaria.

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Dylan, renegó de verse solo en esa fiesta en dónde cada uno parecía sumergido en su propio mundo, tan indiferentes al resto de los que ahí se encontraban.

Suspiró resignado. Él no vendría ya. Ni siquiera se había tomado la molestia en avisarle con un simple mensaje. Nada.

«—Es un jodido cobarde.»—le recordó su conciencia y debía darle toda la razón.

Meses llevando esa relación en secreto; sí como lo que hicieran fuera un crimen o algo de lo que sentirse avergonzado.

Él había salido del clóset a sus dieciséis años, su madre lo apoyaba con ese amor incondicional. Ella siempre supo que su hijo era de gustos diferentes, por eso jamás le sorprendió cuándo una tarde se lo confesó, nervioso, ansioso, asustado. Con calma y cariño, le dijo que lo entendía y lo aceptaba, para luego brindarle un abrazo y agradecerle su confianza por habérselo confesado. Siempre sería su hijo y nada cambiaría.

Por otra parte, su padre era un caso diferente. Negación. No aceptaba que su hijo fuese un desviado. Claro que no. Semanas pasaron sin que le dirigiera la palabra, ofendido y molesto con su hijo. Decepcionado, también. Hasta que un día comprendió que su prejuicio no podía ser mayor que el amor que siempre le tuvo a su hijo. Amar era aceptar sin condiciones a la otra persona. Era amarla tal y como era. Y eso había decidido hacer con su hijo, seguir amándolo.

Dylan, se consideraba una persona libre para expresar sus gustos y sus sentimientos. Sí, había gente que no lo veía con buenos ojos y se burlaban de él. Pero con el tiempo dejó de importarle lo que los demás pensaban, él no vivía de ellos.

Hacer amigos costó un poco, pero los hizo; ahí los tenía: a Ashton, quién en ese momento bailaba muy a gusto con una rubia. Se conocieron en el último año escolar y para continuar la amistad, ambos eligieron carreras similares yendo a la misma universidad. Y a Emily, esa rubia fue un caso particular, cuando al llegar a la universidad confundió su habitación entrando en la que él compartía junto a Ashton. El sonrojo que tenía debido a la vergüenza del momento le resultó divertida y supo con solo unos días de conocerla, que esa chica era genuina, leal y divertida. Ella debía estar en su círculo de amigos, aunque por el momento solo fueran tres, cuatro si debía contar a Giovanna, no eran muy cercanos, pero podía considerarla una amiga más.

Emily, ahora bailaba junto a ese hombre que por mucho tiempo fue un misterio tanto para él, cómo para Ashton; quién siempre estuvo empecinado por saber quién era el misterioso hombre del que había hablado aquella noche en la que bajo los efectos de unos chupitos, se había confesado. Ahí la veía, más feliz que nunca, bailando junto a Patrick; presumiendo más que orgullosa su anillo de compromiso. Aún no había fecha, pero sabía que ellos no tenían apuro alguno.

Verlos le recordó su mala suerte para el amor. Creyó haberlo encontrado con Marc; pero lo que tenían estaba muy lejos de ser considerado amor. Porque el amor no debía de ser oculto, lo contrario, debía de ser celebrado y presumido.

Tiró el cigarrillo una vez consumido y lo pisó con desgana, seguido le hizo un trago largo a su cerveza, la cual abundaba por todo el lugar. Miró a todos, quería largarse de ahí de una buena vez. Comenzaba a fastidiarse por encontrarse solo y no quería ser un mal tercio para ninguno de sus amigos que bien se encontraban acompañados. No les iba a arruinar la noche a ninguno de los dos.

Más allá que durante el día Ashton, estuvo bastante esquivo con él y eso no le había sentado nada bien, porque las pocas miradas que le dedicó su amigo a lo largo del día le hacía sentir extraño. Sentía qué algo quería decirle, pero no se atrevía a hacerlo del todo.

Sacudió su cabeza alejando esos pensamientos. Su preocupación en esos momentos era Marc y su clara ausencia en el sitio que él, lo había invitado. Decepcionado consigo mismo y su mala suerte, giró sobre sus pies para emprender la retirada de aquel lugar; esperar más no serviría de nada. Y tal vez ninguno de sus amigos se dieran cuenta de que se estaba yendo de ese lugar, solo.

Contigo, siempre | Mi Luz (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora