9. Sam

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Antes

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Antes

Concentración.
Determinación.
Velocidad.

Eso era todo. Esas eran la palabras, las únicas que debían estar en su cabeza en ese momento.

Concentración.

Había tres chicos más en cada costado de él. Seis en total, cuatro de ellos era realmente buenos los otros sólo una distracción. Pero si algo le habían enseñado durante el entrenamiento era que todos eran una amenaza y un desliz de parte de él, podía mandarlo un puesto abajo.

Determinación.

Sólo diez kilómetros. Eso no es nada y lo es todo. Sólo los diez kilómetros, tomar fuerza en la salida de la pista, llenar sus pulmones con el suficiente oxígeno y tener en mente la meta. No hay errores, no hay fracasos.

Velocidad

El silbato pita, es el sonido de la victoria. Sólo diez kilómetros, seis competidores a sus lados pero él era el mejor, siempre lo era. Ahora impulsa sus puntas, coge impulso, fuerza, aire...

¡Corre!

-¡Felicidades hermano!-le dijo Brandon, su mejor amigo- Una victoria más para tu alardeo diario.

Sam se rió divertido. En realidad ha sido una buena carrera, había quedado invicto, aunque por poco el segundo de la izquierda le rozaba los talones, pero eso a él no le importaba. Había pasado a los regionales, eso es todo.

-¡Samuel!- Aunque pueda que su entrenador piense lo contrario. Sam rodó los ojos con fastidio y se dio media vuelta para mirar a su entrenador que lo observa notablemente enfadado.-¡Ven aquí, muchacho!

-Alguien no le dieron los buenos días- canturreó Brandon por encima de su hombro. Sam tragó saliva, esto no era bueno. Con el paso dudoso caminó rumbo su entrenador de cuarenta años y se dio cuenta del enorme ceño fruncido que había en su rostro.

-Entrenador-le dijo la penas llegó a su lado. Un hombre de metro ochenta lo miró con reto a los ojos.

-¿Desde cuando te haces 35 segundos para vencer a los oponentes?- Sam no dijo palabra alguna, era verdad. Había desacelerado antes de la meta -  ¿Eh? ¡Contesta!

Sam pegó un salto de miedo, el entrenador García parecía verdaderamente furioso. En el más sarcástico modo posible. Sam lo miró con la cabeza baja, mirando los tenis de carrera desgastados en la suela. Para ser un hombre ya en la mediana edad García poseía un porte de militar, quizá por su cabello rapado y por los enormes bíceps de sus brazos. Sin duda Sam estaba aterrado por el aura oscura que tenía en ese momento.

El Chico del CementerioWhere stories live. Discover now