36. Verónica

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Antes

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Antes

Shhh...

¿Por qué vas a llorar? ¿Qué si lloras? ¿Quién te escucha?

Shhh...

¿Y qué si lloras?

Shhh...

Recuérdalo, el silencio es un arma de doble filo.

Eran cerca de la una de la mañana, era sábado por la madrugada y el peso de la noche cayó sobre sus hombros delgados, huesudos y débiles

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Eran cerca de la una de la mañana, era sábado por la madrugada y el peso de la noche cayó sobre sus hombros delgados, huesudos y débiles. Verónica tenía rastros de lágrimas en las mejillas, estaban secas, estaban sucias...

Las farolas rotas de la calle se alzaban con la luz amarilla que se reflejaban en los pequeños charcos que se habían acumulado en los baches por la lluvia. En realidad todo lucía bonito, todo parecía en calma aunque la tormenta no dejará su cabeza.

Verónica compartía el cuarto con sus otras dos hermanas Daniela y Martha, aunque la primera ya no contaba como una, debido a que aproximadamente tres meses atrás había contraído nupcias por lo que, ahora sólo quedaba Martha quien dormía plácidamente en la otra esquina del cuarto.

Un ruido parecido al cristal cuando se estrella,  se escuchó en la planta de abajo, luego un gemido de dolor atravesó las paredes. Vero no tenía miedo por los sonidos de medianoche, ella no creía en los fantasmas, su abuela solía decir que había que tener más miedo de los vivos que de los muertos y tenía razón.

–¡Eres una estúpida!– gritó su padre, Vero se encogió en su lugar. Estaba sentada en la esquina de su única ventana a la calle, abrazaba sus rodillas como si aquello le diera seguridad o pudiese usarlo como un escudo.

Un golpe se volvió a escuchar, después su madre lloraba desconsoladamente.

–¡¿Por qué no haces nada bien?! – volvió a decir. El ruido de su corazón desbocado soltó un grado de incertidumbre en su pecho, terror, ella le tenía un terror a su padre–¡Levántate con un demonio!

El Chico del CementerioWhere stories live. Discover now