31. Alondra

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Antes

No lo recordaba ¿cuándo fue la última vez que cenó en casa?

All tenía una familia, su madre era enfermera. Recordaba que trabajaba en el turno de los fines de semana y días festivos, recordaba que le gustaban las margaritas y tulipanes pero lo que nunca recordada era su voz ¿Ella le hablaba con cariño? ¿Cómo lucía su madre? Cuando su madre, María Fernanda Castro enfermó de leucemia lo único que recordaba era sus pañuelos en la cabeza y las interminables horas en las que All la veía sentada en el sillón con un suero en su antebrazo que colgaba del cortinero de su sala... También tenía un padre, era profesor de matemáticas en la escuela secundaria del pueblo, pero de él no recordaba mucho, lo único que tenía en la memoria era aquella vez en la que las abandonó, fue a la segunda semana en la que su madre se diagnosticó con cáncer y de ahí en adelante jamás lo habían vuelto a ver, ni siquiera el día de su funeral.

Desde que tenía siete años Allondra había vivido con su tía, (la única hermana de su madre) y no se podía quejar realmente. Wendy Castro era la jueza del condado y tenía dos hijos pequeños, su prima Fer de doce y su primo Carlos de seis y aunque era claro que a All nunca le faltó nada a pesar de que su tía era madre soltera (Ella ganaba muy en su trabajo) como efecto secundario también nunca estaba en casa y cuando llegaba a estar, no iba a perder su valioso tiempo junto a All, sino con sus hijos y lo entendía, pero...

Cuando All entendió que no era como otras chicas, que a veces escuchaba cosas que los otros no y que eso le hacía diferente deseó, con todas sus ganas deseó contárselo a alguien. Por eso mismo si de familia se hablaba Allondra sólo podía considerar a una: Carolina.

Todo lo malo que le pasaba a su amiga, lo sentía como problema suyo, sin embargo... Últimamente esa familia, pequeña y rota,también se estaba desvaneciendo entre sus dedos.

–¿All?– Una mano abanicó su cara, All pestañeó y se volvió al chico que tenía delante. Sebastián le sonrió de lado–, no has escuchado nada de lo que decía ¿Verdad?

All se mordió los labios, avergonzada por la falta de interés. Pero era verdad, su mente no estaba ahí, en el patio de la escuela a mitad del receso con su "nuevo" amigo foraño que hablaba de cómics y bandas de rock, All estaba pensando en su amiga y un enorme bosque que las llamaba sin cesar.

– Perdóname.

– Te preguntaba ¿ Dónde está Caro? No ha venido en toda la semana pasada y esta, ¿ Está bien? ¿Está enferma?– La chica desvío la mirada, nerviosa porque no sabía cómo contestar esa pregunta y no sabía porque ella también desconocía el motivo de la ausencia de su mejor amiga. – ¿Es personal? Sí es así no tienes porque decírmelo, entiendo.

¿Por qué? ¿Por qué un chico como él quería ser amigo de ellas? De las personas menos populares y más problemáticas del pueblo. A los ojos de ella, Sebastián era uno de esos chicos que se juntaban con gente como Sam, o que despertaban el interés de chicas como Mariana, era inteligente, era simpático hasta guapo y sobre todo era llamativo, extrovertido y diferente. ¿Qué estaba haciendo sonriéndole a ella?

– La verdad– dijo– es que tampoco sé que es lo que le pasa.

Sebas la miró un momento, la mirada de esa chica estaba lejos de ahí, miraba el cielo como si estuviera esperando respuestas o quizá un milagro, la recorrió con la mirada y sus ojos se quedaron en los moretones de sus brazos, la imagen de ella en el suelo, sujetada por la fuerza de sus compañeros le hizo apretar los dientes.

El Chico del CementerioWhere stories live. Discover now